Otro lunes, otro mercadillo… pero no uno cualquiera. Me estreno en esta sección. Y que PC Jesus nos coja a todos confesados (y más con la Semana Santa a la vuelta de la esquina), porque no tengo ni zorra idea de lo que voy a buscar. Yo no miro precios. Miro a quién me tengo que follar para obtener gratis el juego que deseo y ejecuto maniobra. Lo hago con todo -incluso si me voy al super a por un pack de cokes o al paki de la esquina a por un shawarma- y no hago distinciones entre sexos; no me ando con mariconadas, si hace falta hasta me follo máquinas expendedoras. Así que optaré por la siempre infalible Cyrus random selection, confiándolo todo a mi potra y a vuestra benevolencia.
Archivo del Autor: Ciro
Retro Amor: Shin Nekketsu Kôha Kunio-Kun: Kunio-tachi no Banka
O algo así como «Kunio, el honorable joven sin miedo del Instituto Nekketsu: Réquiem por el clan de Kunio» o bien, si lo traducimos al cirolés, «el yo contra el barrio más osomizante que jamás parió el Cerebro de la Bestia y que nosotros, los europeos, no vimos hasta el descubrimiento de las bondades de la emulación; a menos que no fuésemos unos enfermos de la importación y no nos rayase el hecho de no entender ni papa de japonés». El tema de la distribución -¿Quién decide cómo, cuánto, qué se distribuye y con qué criterio?- siempre fue cosa mala. Mientras que aquí en 1994 nos comiamos los mocos sufriendo zurullos semi líquidos del calibre de American Gladiators, Pit Fighter y Rise of The Robots, los videojugones de la tierra del sol naciente enchufaban a sus superfanicoms pepinacos con pedigrí like this.
Análisis: Pro Evolution Soccer 2012
Perro. Muy perro. Un cruce entre Rantamplán y Zeus y Apollo, los amaestrados dobermanns de Mister Higgins (de la serie Magnum PI), para ser más exactos. En ocasiones parece inútil y dejado; en otras se comporta como un killer can con mentalidad de prusiano de la Wehrmacht. Con todo, no le veo mal como animal de compañía.
Manda Metacritic
Me entero ahora, vía Gamasutra, que Obsidian ha dejado de cobrar un suculento fajo de pasta porque su Fallot: New Vegas no logró alcanzar el promedio de 85 en Metacritic. ¿Y cómo es eso? Resulta que (y esto es una práctica habitual en el mercado) el estudio de Chris Avellone y compañía pactaron con su editora Bethesda que los pagos por incentivos en concepto de royalties estarían sujetos ya no a la cifra de ventas sino a la nota global que obtuviese el juego en dicha página. El juego sumó un bonito aunque insuficiente 84 y la desarrolladora dijo bye bye a la guita extra.
Ubisoft planea lanzar un título AAAAAA
10 motivos para odiar: Star Wars
O mejor dicho, a George Lucas. En fin, sea como sea, lo cierto es que odiar es un sentimiento feo de cojones. De esos que te carcomen por dentro y no te sueltan hasta que estás podrido. De hecho, el odio es todo lo contrario al amor. Al igual que éste, una vez desatado es incondicional. Es decir, no se puede hablar de odio hacia algo o alguien si antes no se ha amado con la misma intensidad. Por esta regla de tres y dada mi reconocida pasión por la saga galáctica, considero que la frase «10 motivos para odiar» dispone aquí y hoy de todo su peso específico. Aún así, me tomaré la ilustre licencia de cambiar el verbo odiar por hodiar. Con H suena menos feo y no duele tanto.
Retro Amor: Pipe Dream
¡Viva Las Vegas!
Si existe un género o subgénero gilipollas, éste es el de los videojuegos de azar. Casino Games para los entendidos. Pretender conquistar el factor potra no es una gilipollez, sino una enfermedad conocida como ludopatía (más allá de la pasta, lo que ansía el ludópata es dominar el azar); pero perder el tiempo frente al monitor esperando que te toque una lotería basada en unos algoritmos básicos generados por la CPU es una memez. O al menos así lo veo yo.
Ilustres finales vol. VI
Hay pocos finales que puedan resultar tan previsibles como los que se suelen dar en los títulos deportivos. Es más, entiendo que pueda sonar a broma de mal gusto que dos de los seis finales ilustres realizados hasta la fecha (repasad esta maravilla) pertenezcan a este género. Impulsados por ese horripilante aunque a la vez comprensible afán por simular los eventos reales, la mayoría de ellos repiten la ya canónica ceremonia de entrega de premios; ya sea copa, ensaladera o medalla, en un podio rodeado de bellezones o sobre una plataforma agasajado por los gordopilos tragones de la UEFA o del COI… Todas ellas escenas de júbilo robótico carente de toda chispa de vida que no justifican el largo camino recorrido. Pero hay excepciones. Super Soccer, el representante balompédico de aquella espatarrante primera oleada de títulos para El Cerebro de la Bestia, es una de ellas.
Análisis: Superbrothers: Sword & Sworcery EP
Campanilla, mi Kahleesi, me dijo una vez que yo de pequeño debía salir de casa montado en un bol lleno de frosties y cola-cao cual platillo volante. Me había calado. No es que tuviese un bol-nave, tazón gigante con ruedas o algún vehículo estrafalario por el estilo (no obstante he de confesar que en su día albergué esperanzas de volar en jet-pack). Simplemente se trata de una metáfora o manera de entender mi ser. De hecho, ella insiste en que todavía salgo a la calle montado en mi bol de cereales. Volando, porque procuro ser un feliciano de la vida y suelo rondar por la estratosfera, y en un tazón de frosties porque constituyen un elemento importante en mi vida. ¿Conocéis las magdalenas de Proust? Pues a mí me pasa algo similar; pero con los Frosties. De Kellogs.
FMV, cerca del infierno
Al margen del Filmation que comenté en aquel artículo sobre la perspectiva isométrica, uno de los avances visuales que más to’ loco me dejaron en el pasado fueron los FMV. Ya sabéis, esos juegos íntegramente compuestos por una serie de secuencias de vídeo que se pusieron fugazmente de moda a principios de los 90, especialmente durante el lanzamiento de Mega-CD. La sola idea de interactuar con imágenes reales me parecía algo futurista y revolucionario. Habíamos pasado del Mario de cuatro píxeles a las vertiginosas animaciones de Dragon’s Lair, de disparar contra patos indefinidos a rellenar de plomo a unos vaqueros de pecho palomo que apestaban a sudor de lo über reales que parecían, de empalmarnos con el Cobra Mission o el Strip Poker de turno a masturbarnos tener pseudo cybersexo con Space Sirens y Latex: the video game. Me sentía cerca de la era Blade Runner.
El Píxel en la Mary
El Píxel, sí; pero no ilustre. Uno de mis infiltrados en Mary, ya sabéis aquella señora que se dedica a redactar interminables pre-análisis-peñazo-de mierda entrañable web, referencia videojueguil de la comunidad hispánico latina, azote de los justos y quince veces Grande de España (una más que la Duquesa de Alba, fuck yeah!), acaba de interrumpir mi largo letargo blogosférico para comunicarme lo siguiente: la Mary ha decidido ampliar (mediante jess extender) su capacidad para contagiar arcadas y bostezos apostar por “un informativo diario, fresco, descarado, con mucho humor y 100% GU1LL3M”, cuyo nombre corresponde al de El Píxel.
Pokemon al rescate
Tras comentar ayer el señor hostiazo de Capcom a Megaman y a su comunidad de fans, en particular, y al todavía paupérrimo catálogo de Nintendo 3DS en general, hoy se ha filtrado uno de esos rayos de sol veraniegos que alegrarán los jetos de los nintenderos de pro. ¡Vuelve Pokemon! Y no una sino tres cuatro veces. ¿Qué no os gusta la sopa? Pues hala, aquí tenéis cuatro tazones.