Llevamos ya unos cuantos años en El Píxel Ilustre, pero una cosa no ha cambiado desde que iniciamos esta aventura: nuestros principios. Es por ello que este texto escrito por John Carca y enviado a unas cuantas empresas españolas de videojuegos hace tiempo nos sigue definiendo. Así somos:
El Píxel Ilustre se arrepiente. Y por eso, entonamos el mea culpa. Primero, queremos disculparnos con los lectores por nuestra falta de rigurosidad en las informaciones. También por lo absurdo de algunos de nuestros artículos y nuestras continuas faltas de respeto a la audiencia. Después, con las distribuidoras. La industria pasa por momentos difíciles y somos conscientes de que lo último que a un profesional del sector le apetece ver es como desprestigian, con un articulo estúpido según piensan los afectados, un duro trabajo de lanzamiento simplemente porque esa mañana le picaba el culo al que lo ha escrito. Por todo esto y más, pedimos perdón.
Y pedimos perdón porque nos arrepentimos. Nos arrepentimos de ser unos destroyers y unos incendiarios, evitando publicar notas de prensa literalmente para que las compañías se queden contentas y nos metan publicidad. Esto hace que nuestro server sea de los baratos y se estropee de vez en cuando. Nos arrepentimos porque los usuarios no entran a El Píxel Ilustre a informarse, y cuando leen un articulo ya tienen una opinión formada y nos toman a cachondeo, comprándose o no los juegos independientemente de lo que digamos. O eso piensan algunos. Nos arrepentimos de hablar más de juegos hechos con HAMOR que de mega-producciones de grandes estudios, porque eso disuade a la chavalada fanboy adolescente que tantas visitas y beneficios aporta a otros blogs. Nosotros no tenemos ni espacio para banners.
Nos arrepentimos por hacer lo que nos da la gana y no importarnos ganar pasta o no. Nuestras mujeres son exigentes, nuestras amantes caras y las drogas son difíciles de conseguir, así que con Google Ads no vamos a ninguna parte porque nadie pincha esos anuncios. Para el resto de los blogs somos unos ridículos y la mayoría de las distribuidoras nos odian y no nos mandan juegos. Maldita sea, ni nos envían notas de prensa y eso que por mail les sale gratis.
Queremos cambiar. Queremos cambiar, ser sumisos a la industria y que nos inviten a las presentaciones, que siempre hay azafatas. Queremos cambiar para que las otras webs no nos odien por reírnos de sus noticias vacías y sus análisis hechos con plantilla, y así nos hipervinculen y pongan en sus favoritos. Queremos cambiar para ganar dinero y sufragarnos alguna operación esporádica de cambio de sexo. Pero no podemos. Algo más fuerte que todo esto nos lo impide: es nuestro HAMOR por estas pequeñas obras de arte llamadas videojuegos, por la libertad de risión, y por hacer lo que nos salga de nuestros santos píxeles ilustres. Porque, en el fondo, lo que somos es gilipollas sin remedio.
Y es que, si El Píxel Ilustre no fuera como es, no sería El Píxel Ilustre. Sería otra cosa pero El Píxel Ilustre no. Maldita sea. Creo que hemos vuelto a cagarla.