Nunca he sido muy de entablar amistad con mis vecinos. Saludo con educación cuando veo a alguno y aguanto estoicamente con una sonrisa cuando intentan comentar algún suceso que, sinceramente, no le interesa ni a él, ni a mi. No entiendo muy bien esa necesidad de «comunidad vecinal» como concepto. Gente que apenas se conoce ni quiere conocerse y que tienen un fuerte deseo por crear relaciones vacías con los individuos que viven en puertas colindantes, ya sea en la misma planta, arriba o abajo. Quizás todo sea por hacer más bulto en los cumpleaños, yo que sé. En mi caso, no soy muy de ir a la puerta de mis vecinos a pedir sal. Ni tampoco he tenido nunca la típica vecinita de al lado. Quizás así hubieran cambiado algo las cosas. Bendita hipocresía.
5