Hace unos días se estrenó el ilustre Miguel Fervenza con su estupendo texto sobre Loom. Magnífico. He estado pensando desde entonces. Mi primera reacción fue un ataque nostálgico. Adoro el Loom. Me lo pasé con 9 años (y algo de ayuda) y sé lo genial que es. Es mentira. No lo sé. Apenas lo retengo en mi memoria. No sabría decir si es un buen o un mal juego. Porque de Loom, como de muchos otros juegos de mi infancia, sólo me queda el recuerdo.
Archivo de la etiqueta: abuelo cebolleta
Quitándome una espinita que llevaba 20 años clavada...
Hoy he saldado una deuda con el Galious niño. Aquel chavalín que devoraba mes a mes las páginas de la MicroMania tamaño King’s Size. Aquel chavalín que nunca perdió la esperanza de ganar una de las 1.000 Game Boys que anunciaba Bart Simpson, ya en la cima de su éxito, en el número 1 de Hobby Consolas. Hoy me he quitado una espinita que llevaba clavada en lo mas hondo de mi corazoncito de videojugador. Hoy he comprado una Neo Geo X.
Retro Amor: Top 10 Maquinitas
Aunque ya existían un buen puñado de consolas, mi primer contacto con el mundillo de los videojuegos fue allá por 1982 gracias a los handheld video games o maquinitas, como decimos los cebolletas castellanoparlantes. Mi full contact llegaría más tarde, primero con la Spectrum (eso sí, en casa de un hamijo) y ya en 1987 con mi gloriosa NES; pero entretanto mi vicio se nutrió de estos míticos aparetejos LCD que me hacían sentir, iluso de mí, como el chaval de Juegos de guerra. Un periodo de inocencia al que hoy quiero rendir homenaje con las diez que me más me impactaron. ¡Al barro!
Retro Amor: Castlevania 2: Belmont's Revenge
Ni Symphony of the Night, ni Lord of the Shadows, ni los de DS, ni el Super IV, ni esos Castlevania de títulos impronunciables de reminiscencias pornográficas (lo de X y Rondo suena a gangbang), ni los chiripitifláuticos para NES, ni el New Generation… a mi el que me cautivó fue éste para la Game Boy Potemkin; la buena, la tocha. Su primera incursión en la portátil grisacea fue patética, pero la segunda… ah, la segunda. Mi primer contacto con esta joyita fue en el patio del cole, sufriendo a pelo para evadir los rayos solares matutinos y conseguir cierta visibilidad; al mismo tiempo que protegía la pantalla del aceite que chorreaban los bocatas de mirones mocosos y compinches de partida (normalmente estos últimos eran silenciosos y aportaban buenos consejos; una táctica certera para lograr un eventual préstamo de cartucho). Una hazaña en toda regla, sí, pero un videojuego nuevo era todo un acontecimiento y había que mostrarlo en sociedad. Para fardar, básicamente.