¿Os acordáis del primer Tomb Raider? Sí, sí, el primero de todos. Ese en el que todavía no nos creíamos que una mujer estuviese pegando tiros en nuestras pantallas. Pues ese Tomb Raider tiene una fase que me marcó especialmente. Me refiero al momento en el que te enfrentas a un humano (anteriormente todo habían sido osos y velocirraptores) y tras dispararle durante 5 minutos, el juego mostraba una escena en la que el tío recibe un tiro en el hombro, pierde el arma y se pone a hablar contigo. Es decir, después de llenar de plomo al cabronazo… el juego va y te dice que sólo le has dado un tirito en el hombro. Me pareció indignante. Pues bien, Stranglehold es eso al cuadrado… y mucho más que ahora mencionaré, pero es que quería contaros la “anécdota”.
Con este análisis no me voy a extender demasiado, porque al fin y al cabo es de un juego que ya tiene un tiempo y si pongo un tochaco no se lo va a leer ni King Kong (y eso que al rey de los monos le gusta leer). Ahora que ya sabéis que esto va a ser breve arranco tras el salto.