Rubén, al que por aquí conocéis como Necrodomo, tiene una de mis anécdotas preferidas. A grandes rasgos, al bueno de Rubén se le hizo tarde en el centro de Madrid y perdió la posibilidad de coger el último metro a casa. Pero no estaba dispuesto a pagar un taxi, así que consultó Google Maps y vio que «solo» tendría que caminar dos horas a través de Casa de Campo. No es problema. Al fin y al cabo, si por algo es conocido es por ser un gran aficionado a los paseos. Se adentró de madrugada en la oscuridad, caminando en ocasiones campo a través y embarrándose los zapatos hasta los tobillos, hasta que dio con una suerte de riachuelo fruto de las recientes lluvias. Se remangó un poco los pantalones y cruzó. Tiritando en medio del frío madrileño continuó. Caminó otra media hora y se topó con otro riachuelo, este más ruidoso, más bravo. Tras comprobar el caudal y valorar el peligro que él mismo consideró potencialmente mortal, tomó la difícil decisión de dar media vuelta. Volvió a atravesar el primer riachuelo, caminó otra hora más entre el frío y el barro, volvió a la estación de metro, vio que aun seguían quedando cuatro horas para que abriese y que en seis debía estar trabajando, y terminó pagándose un taxi.
