Este verano me he comprado una WiiU. Me he aprovechado una vez más de mi reciente paternidad y que el catálogo de WiiU tiene unas cuantas joyitas imprescindibles para que el pequeño Galious se inicie en el hobby machacamandos de su padre cuando crezca un poquito. Así he conseguido el beneplácito de mi señora esposa para meter otra consola más en casa y, antes de pensar ni siquiera en comprar algún Amiibo, me he puesto enseguida con el título que más me apetecía de todos los disponibles para la sobremesa de Nintendo. Tenía que ser Bayonetta 2.