Hace diez años, la separación de videojuegos en distintos géneros era mucho más concreta que en la actualidad donde géneros como la estrategia suele converger con los RPGs o donde ya no se sabe bien cuál es la diferencia entre un juego de acción y uno de aventuras (y yo que me alegro de ello). Esta separación siempre se ha hecho más por puro marketing que por otra cosa pero aún así tenía cierto encanto. Uno de esos géneros a los que los europeos apenas hemos tenido acceso ha sido al de los “party games” o “minijuegos”. Ignorando a los Mario Party, que están más que occidentalizados, los típicos videojuegos japoneses donde la absurdez y el descojone en tempos reducidos son seña de identidad no se asomaban demasiado por nuestro territorio. En plena época Playstation, después de que Namco sorprendiera con la saga Point Blank, la compañía de las pequeñas olas decidió dar un golpe sobre la mesa a este monopolio y nos trajo uno de los títulos más divertidos de la gris de Sony: Bishi Bashi Special.
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