No hay nada comparable al verano. Siempre he tenido claro que es la mejor época del año. Y más en algunas zonas de España. Para mí, claro. No son pocos los que sufren los horrores (o más bien lo que algunos consideran como tales) de Don Lorenzo. A mí sin embargo me gusta pasar calor; ya sea trabajando, desplazándome, follando, charlando en una terraza, relajándome en una piscina o en el Mediterráneo follando, follando o haciendo deporte. Me gusta sobretodo si la alta temperatura viene acompañada de mucha humedad, en plan sofocante (la torridez en plan secarral propia de los lugares lejanos al mar no es lo mismo). Sudar a saco, vestir ligero de ropa, en gayumbos o directamente en bolas y recibir y soportar con una sonrisa en la cara los implacables y dañinos rayos solares (aka hace un sol de cojones de justicia) para después refugiarte en una gloriosa sombra. ¿Y por qué os explico todo esto si en el titular pone Retro Amor? Pues porque, para explicaros mi pasión por Cannon Fodder, antes considero necesario ilustraros la estrecha relación que vinculo entre los videojuegos bélicos de marcado carácter estratégico con la estación estival. Puede que sea una chorrada; pero soy de los que piensan que existen ciertos videojuegos cuya experiencia mejora ostensiblemente si nos viciamos a ellos teniendo en cuenta nuestro entorno con el fin de mejorar la inmersión . En este caso, me gusta encararlos bajo presión ambiental; asándome como un pollo, a 35 grados y con una humedad del 100%. Así me siento como el Capitán Willard remontando el río Nung camino a Camboya, mientras los charlies aguardan agazapados en la jungla; o como el jodido Teniente Coronel Gordon Tall (La delgada línea roja), enviando tropas a una muerte segura con el único propósito de conquistar una remota isla del Pacífico. Ya lo sé, me flipo cacho… pero no veáis qué bien me lo paso.
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