En un principio, la definición formal de un juego de rol se basa en la interpretación de un ente ficticio del que tenemos total y absoluto control sobre nuestro destino, aunque siempre supeditados al reglamento que acota la experiencia. Pero no recurran al tópico de imaginar a gente obesa comiendo Pringles y lanzando dados de colorines. Cuando de pequeños jugábamos a ser astronautas ya estábamos jugando al rol.
Es muy jodido por no decir imposible extrapolar esta experiencia a un entorno digital. Los roleros en la sala que hayan disfrutado sanamente de su afición sin degollar a gente con katanas sabrán lo liberador que resulta ponerse en la piel de de otro sin miedo a las consecuencias de nuestros actos más allá de que un profundo nos quite puntos de cordura o que el master se cague en tu alma por pesado. Somos amos y esclavos de nuestras acciones hasta lo que nuestro director de juego nos permita.