Desde pequeño he mirado con asombro a la industria de los videojuegos. Mientras leía mis revistas de cabecera, TodoSega y MegaSega, me quedaba atónito ante un catálogo de juegos de todo tipo y siempre imaginaba como tendría que ser crear uno. Recuerdo pintarrajear libretas con ideas de personajes mientras al lado de cada esbozo ponía en qué género se encuadrarían las aventuras del monigote. La mayoría eran plataformas, como era el deber de la época, pero me gustaba pensar en enemigos con diferentes ataques, en obstáculos que impedirían al héroe poder lograr su objetivo y en la recompensa final que el personaje obtendría. Todo era un comprendio de garabatos y frases pero para mí tenía sentido ya que era la única forma que tenía de «diseñar videojuegos». Ahora por suerte las cosas han cambiado.
