No sé vosotros, pero yo ya estoy harto de ver las mismas portadas en todos los videojuegos, con esos tonos marrones u oscuros, esos héroes musculados en blanco y negro con destellos naranjas y azules, con explosiones y cachitos de metralla que no vienen a cuento de nada. Echo de menos cuando las portadas se hacían con lápiz y tinta y no con photoshop y cuando un color brillante no significaba «exclusivamente para niños». Pero Dark Souls II viene con una pequeña alegría bajo el brazo. Esa alegría se llama Alfonso Azpiri.
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