Los que vivimos nuestra infancia durante los años 80 tuvimos la suerte (o no) de poder disfrutar la explosión del genero de espada y brujería. Los niños jugábamos con los Masters del Universo, las pelis de Schwarzenegger haciendo de Conan lo petaban en el cine y podíamos pasárnoslo bien con productos repletos de hombres musculosos en taparrabos con el torso aceitoso sin preocuparnos de connotaciones homosexuales. Y por eso siempre había un corrillo de mirones alrededor de la máquina de Rastan.
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