Existen muchas maneras distintas de clasificar videojuegos. La más habitual, por género, nos permite hacer una criba instantánea de una buena cantidad de títulos en los que no estamos interesados lo más mínimo. X videojuego de béisbol puede ser el próximo «cuarenta de Famitsu» y tener mejores gráficos que ver el partido en la televisión, pero sé de antemano, sólo por su género, que no me va gustar. De la misma forma, sólo con saber que un título se engloba dentro de la categoría RPG, ya me siento atraído hacia él pese a que lo esté desarrollando la compañía rusa más chunga del momento. Ahora bien, pese a que este tipo de clasificación es indudablemente efectiva, la que quiero plantear en este artículo resulta bastante diferente y mucho más simple.
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