Los que nos seguí desde hace bastante tiempo sabéis que mi GOTY de 2009 fue Divinity II: Ego Draconis, un juego que pese a sus pequeños bugs y problemas de rendimiento, resultaba ser un RPG maravilloso. Pues bien, su inminente revisión+expansión de la que ya os hablé hace unos meses, no sólo le añade bastantes mejoras, sino que le mete aún más coñas. Y para muestra, la presentación del protagonista. Como alguien no sepa a qué película parodia lo reviento a hostias.
Los que llevéis un tiempo por aquí recordaréis mi análisis de Divinity 2: Ego Draconis, un juego que me pareció perfecto entonces y me parece perfecto hoy. Por eso cuando esta mañana me he enterado de que en Octubre voy a poder disfrutar de una expansión de más de veinte horas en la que podré retomar el jodidamente delicioso final del juego original, se me han hecho las bragas agua. Lo mejor de todo es que esta expansión de nombre genérico (por favor que alguien cuente cuantos juegos incluyen las palabras «Flames» y «Vengeance» en sus títulos) va a venir con una revisión del motor gráfico que lo hará aún más bonito y estable. El primer 12/10 del Pixel Ilustre se acerca…
No me voy a andar con rodeos. Divinity 2 es el mejor RPG que he tenido el placer de jugar desde que Baldur’s Gate 2 sacudiese el mundo de los videojuegos con una de las historias más épicas jamás contada. Su calidad es tal, que mientras escribo estas líneas me acuerdo de momentos concretos de la aventura y todavía se me pone dura. Y ese tipo de erecciones post-game solo me las han provocado unos pocos elegidos, tal es el caso que nos ocupa tras el salto. Además, ¿quién quiere matar dragones cuando puedes convertirte en uno?