Empezamos mal. Este texto sobra. Aquí se explicó todo; pero, como soy más persistente que Bruno echándole los trastos a las pelirrojas, me voy a tirar de culo a la piscina como hizo el anormal aquel. En fin, que ya, que ya he acabado el Mass Effect 3 (sí, esa saga «de mierda») y mi mente no alcanza a entender todo el pollo que se organizó medio año mal contado atrás. Me tienta picar un re-análisis, pero me contendré… como mínimo hasta que me lo haya pasado tres veces más. Teoría Big Mac. Sufrid, perras; que tarde o temprano llegará. Hoy me centraré en reflexionar acerca de los finales en general.
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Ilustres finales vol. VI
Hay pocos finales que puedan resultar tan previsibles como los que se suelen dar en los títulos deportivos. Es más, entiendo que pueda sonar a broma de mal gusto que dos de los seis finales ilustres realizados hasta la fecha (repasad esta maravilla) pertenezcan a este género. Impulsados por ese horripilante aunque a la vez comprensible afán por simular los eventos reales, la mayoría de ellos repiten la ya canónica ceremonia de entrega de premios; ya sea copa, ensaladera o medalla, en un podio rodeado de bellezones o sobre una plataforma agasajado por los gordopilos tragones de la UEFA o del COI… Todas ellas escenas de júbilo robótico carente de toda chispa de vida que no justifican el largo camino recorrido. Pero hay excepciones. Super Soccer, el representante balompédico de aquella espatarrante primera oleada de títulos para El Cerebro de la Bestia, es una de ellas.
Ilustres finales Vol. II
Mis padres no contaban cuando me regalaron por reyes la Master System con el enorme montante que costaba un videojuego, por lo que a la hora de elegir los títulos que quería, debía regirme por el abanico de posibilidades de la gama económica de Sega. 1995 leandras etiquetadas en la baja estantería de El Corte Inglés, nostalgia almidonada que me empaña las lentillas. Gracias a ello pude gozarlo con cosas como The Ninja, Secret Command o Transbot, pero sin duda, el que me hizo aprender una impepinable lección de vida fue Enduro Racer y su puto final.