1994 fue un año clave en la historia de Mega Drive. Super Nintendo se la sacaba y la agitaba presumiendo de tenerla muy gorda. La masa gamera entraba en éxtasis imaginando los chorrocientosmil polígonos a velocidad absurda que traía la inminente nueva generación. Era el momento de darlo todo y la 16 bits de SEGA (recordamos que se pronuncia con E larga y canturreo, gracias) estuvo a la altura: no solo recibió el mayor número de lanzamientos anuales hasta entonces, sino que la mitad de lo imprescindible de su catálogo vio la luz en aquel movido 94.
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