Nunca he sido mucho de juegos de mazmorreo. Si acaso me he vuelto a enamorar un poco del género gracias a las lágrimas de Isaac. Pero poco más. Eso sí, suelo tener una especial predilección por juegos que hacen el uso de turnos. Probablemente todo sea culpa del X-COM. Así que cuando descubrí Four Scepters no las tenía todas conmigo. «Otro jueguín de mazmorras», eso pensé. Y es normal, la cantidad de juegos que nos remiten al lugar más visitado de los juegos de rol ambientados en el medieval fantástico es gargantuesca. Esqueletos, ratas y esos seres con forma de pelota y ojos que suelen ser de varios colores. Ya los hemos visto demasiado. Demasiado. Con todo esto, Four Scepters me ha gustado.
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