Jugar a predecir el futuro, inminente o lejano, es un ejercicio que todos hemos realizado alguna vez. Nos gusta imaginar cómo será el mundo del mañana; necesitamos sentir que podemos anticiparnos a los acontecimientos. Al fin y al cabo, la inteligencia predictiva es una de nuestras más valiosas cualidades y uno de los pilares fundamentales de la evolución humana. Nos basamos en el conocimiento y la experiencia (a veces apoyándonos erróneamente en nuestros deseos y temores) para determinar cuándo, cómo y por qué se desarrollarán los futuros eventos. Nos pasamos el día y parte de la noche cotejando todos los escenarios probables y planteamos estrategias en el presente con el fin de alcanzar el futurible preferible o bien retrasar el menos deseado (o’shea, prospectiva). EPI no es una excepción. Nos preocupamos por el futuro y tratamos de influir desde nuestra ilustre posición en la blogosfera (cuando seamos poderosos de cojones verdad os vais a enterar sólo nos preocupará qué hacer con tanta pasta). Pero… ¿Hacia dónde se mueve el mundo videojueguil? ¿Morirán las consolas? ¿Se cumplirá la profecía de PC Jesus? ¿Seremos todos casuals? ¿Son los videojuegos una herramienta para adormecer nuestras mentes?
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