Corren malos tiempos para el agente secreto más follador famoso del celuloide y, probablemente, también de los videojuegos. Acosada por múltiples deudas, la productora MGM se ha visto obligada a cancelar indefinidamente el rodaje de la que debía ser su película número 23 (26 si contamos con dos viejas versiones de Casino Royale y la no-oficial Nunca digas nunca jamás). Tras leer la noticia me hice dos preguntas: “¿Será ésta la muerte de James Bond?” y “¿Debería ser éste el fin de la saga?” No y sí; me explico. La franquicia sigue dando una pasta que lo flipas (sus últimos filmes han recaudado unos cinco mil kilos) y todo apunta a que, una vez la MGM solvente sus problemas económicos, se ruede la tercera aventura protagonizada por Daniel Craig (que, por supuesto, llegará acompañada por el consiguiente videojuego y el despliegue de marketing rutinario). Respecto a la segunda cuestión, ya no lo tengo tan claro. ¿Vale la pena eternizar la cantinela? ¿Qué coño aporta Bond a la cartelera? ¿Y a los videojuegos?
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