Blackthorne es, para que nos entendamos, una suerte de Prince of Persia con escopetas en el que los jugadores controlan a un cachas con pantalones vaqueros gastados que va rescatando a hermanos del metal mientras acribilla orcos a perdigonazos. Bien, ¿no? El juego va camino de cumplir veinte años —que se dice pronto— y no es que la edad se le note, no, es que le sienta de puta madre. Además, Blizzard ha hecho las cosas bien por una vez, y a diferencia de las versiones de The Elders Scrolls que liberó Bethesda y a las que había que meterles DosBox, con Blackthorne tan sólo tendremos que ejecutar el instalador, seleccionar la carpeta de destino y jugar.
