Si existiera algo parecido a una religión de los videojuegos, Fez sería uno de sus textos sagrados. Estoy lejos de querer llamar predicador, profeta o evangelista a Phil Fish, pero desde los primeros minutos de partida se detecta que Felipe Pez ha querido ir un poco más allá del homenaje a los 16 bits para coquetear con el metavideojuego. El resultado es, además de una virguería de diseño, una preciosidad visual y crema sonora, un sermón capaz de hacer que se le dispare la fe al más ateo de los aficionados al medio.
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