Estamos de funeral. La séptima generación de consolas de sobremesa ha muerto para dar paso a la octava. La Playstation 3, la Xbox 360 y la Wii ya son viejas, pero desde que entraron en escena entre 2005 y 2006 han dejado huellas imborrables en la industria: son las máquinas que metieron en nuestros salones los gráficos en alta definición, las que extendieron los mandos que dan agujetas, las que institucionalizaron el multijugador online, las que quisieron ser red social, las que empezaron a vender videojuegos a trozos, las que le hicieron un hueco a los títulos ‘indie’ descargables y las que se inventaron las suscripciones a servicios de pago.