Estos belgas de Larian Studios son gente muy rara. Con el primer Divinity consiguieron engañar a todo el mundo, haciéndonos pensar que se estrenaban en pleno 2002 con otro clon más de Diablo, cuando en realidad habían creado un título mucho más cercano a la saga Ultima (a los Ultima buenos, para ser más precisos). Con Beyond Divinity, la teórica continuación de la saga, se confundieron tanto que necesitaron esperar hasta 2009 para sacar, esta vez sí, la «verdadera» secuela: Divinity 2. Éste, lejos de intentar ser medianamente continuista, daba un giro de 180 grados a la franquicia y, de regalo, permitía al jugador convertirse en dragón y lanzar fuego por la boca. Por si esto fuese poco, se permitieron el lujo de hacer una expansión que comenzaba con un guiño a Terminator 2. Tres años más tarde sacaron ese híbrido rarísimo de estrategia en tiempo real y acción que es Dragon Commander, para un año más tarde, kickstarter mediante, sacarse de la manga una vuelta a los orígenes del tamaño de una catedral llamada Divinity: Original Sin. Lo dicho, estos belgas de Larian Studios son gente muy rara.
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La dura realidad
Ayer leí en Neogaf algo que, por muy normal que sea hoy día, no deja de indignarme. Se trata de la historia que cuenta uno de los hombres importantes dentro de Larian Studios en el propio foro oficial de la compañía y en respuesta a un usuario. En ella narra como viajó a Estados Unidos (Larian Studios es una empresa belga) para hacer cinco presentaciones en cinco publicaciones de videojuegos diferentes, obteniendo los siguientes resultados: dos de ellos lo recibieron pero no publicaron nada, otro le encasquetó a un becario que, literalmente, redactó una pieza que «estaba tan mal escrita que le dolió»; otro acortó la reunión a quince minutos tras descubrir que no pertenecía a una gran distribuidora, y el último la canceló directamente. ¿El motivo? Ser un RPG occidental y no tener el sello de Bethesda o EA (bioware) detrás, o lo que es lo mismo, no poder permitirse soltar fajos de billetes a cascoporro para que pongan tus vídeos de mierda con banda sonora de Marylin Manson en todas las webs habidas y por haber.
Análisis: Divinity 2
No me voy a andar con rodeos. Divinity 2 es el mejor RPG que he tenido el placer de jugar desde que Baldur’s Gate 2 sacudiese el mundo de los videojuegos con una de las historias más épicas jamás contada. Su calidad es tal, que mientras escribo estas líneas me acuerdo de momentos concretos de la aventura y todavía se me pone dura. Y ese tipo de erecciones post-game solo me las han provocado unos pocos elegidos, tal es el caso que nos ocupa tras el salto. Además, ¿quién quiere matar dragones cuando puedes convertirte en uno?