Un año más y como era de prever (no hay que ser ningún genio para llegar a esa conclusión), el verano toca a su fin y la gente se reincorpora a su rutina para cumplir con sus obligaciones; ya sea currar, hacer el paria, recoger la cosecha de marihuana o abordar ilusionantes proyectos. Para mí resulta una época dolorosa. Los días se acortan, el frío le come territorio a la torridez, las piscinas se clausuran y las chicharras nos abandonan. Sé que cada año es lo mismo, pero a mí este cambio siempre me sorprende y aturde durante un par de semanas… hasta que lo asimilo y me convenzo de que las otras estaciones también son buenas.
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