Ser inmortal es una putada. Eso nos lo enseñó Christopher Lambert en la peli de Los Inmortales mientras repartía espadazos con Sir Sean Connery. Sin embargo, si a no poder morirse le quitamos esa parte melodramática de ver como todo lo que te rodea se marchita hasta desaparecer, tiene que tener su puntillo al dejar de lado el instinto de supervivencia y no preocuparnos de poder sufrir terribles heridas ni mutilaciones.
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