Metal Gear Solid (1) es un juego que va sobre un señor que se mete en una base llena de terroristas muy raros y los revienta a todos. A algunos varias veces. Metal Gear Solid 2 va sobre un señor diferente que se vuelve a meter en una base llena de terroristas aún más raros y los revienta a todos. A algunos varias veces. Y Metal Gear Solid 3: Snake Eater, por supuesto, va de otro señor distinto que se vuelve a meter en una base llena de terroristas muy raros —aunque antes pasa por una jungla— a los que revienta. A algunos, sí, lo habéis adivinado, los revienta varias veces. En las dos primeras entregas de la franquicia la fórmula funciona sin demasiados problemas, y en esta tercera no sólo es que funcione, sino que por fin todo encaja y se conjuga para crear un videojuego que, esta vez sí, es verdaderamente redondo.
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Late to the party
Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty
Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty fue el primer videojuego de Playstation 2 que compré con mi dinero. Lo compré en un extinto Urende, edición platinum, pese a que el primer Metal Gear Solid nunca terminó de parecerme un gran juego. Lo hice porque por aquel entonces era un adolescente muy influenciable y no tenía un sólo amigo que no estuviese absolutamente convencido de que ésta, con permiso de Final Fantasy, era la mejor saga de la historia. Pese a todo nunca lo llegué a terminar. Recuerdo llegar al gordo de los patines y pensar: «hasta aquí». Y hasta ahí fue. Sin embargo, con motivo de la reedición HD para PSVita, casi diez años más tarde le he dado una segunda oportunidad. ¿Y sabéis qué? No me arrepiento. Pese al gordo de los patines.
Raiden con sombrero de mexicano
En este vídeo que tenéis aquí sale Raiden, protagonista de Metal Gear Solid: Revengeance, ataviado con sombrero de mexicano y poncho, descuartizando enemigos robóticos. Si a vosotros eso no os vende el juego yo no sé ya que enseñaros. Eso sí, aguantad (o no) hasta la mitad del segundo minuto, que es cuando el paquete que está jugando recuerda que puede ponerle trajecitos a Raiden. Ojo al momento caja mexicana del final.
Raciones de EPIldoritas #38
Remember, remember, the fifth of september. Muchos de vosotros estaréis puteados con los exámenes septiembreriles, mientras que otros (si tenéis suerte, viendo cómo está el cotarro) habréis vuelto al curro hace escasos días. Sí, los inicios del noveno mes del año son una señora jodienda, pero qué se le va a hacer. A pesar de todo, las EPIldoritas siguen en pie, así que pasen, vean y disfruten.
Rompiendo la cuarta pared
La cuarta pared, para los más despistados, es aquella barrera imaginaria que separa a la obra audiovisual —ya sea un cómic, una película o un videojuego— de su consumidor. Lo normal, y así sucede en la mayoría de títulos que salen al mercado, es que este muro imaginario permanezca inalterable durante todo el transcurso del mismo, sin alterar para nada nuestra relación videojugador-videojuego. Pero hay ocasiones, y de esto va precisamente el artículo que estáis leyendo, en las que una obra intenta ir un paso más allá rompiendo el muro invisible que nos separa de la acción que tiene lugar en la pantalla. Esto no les hace ni mejores ni peores, sino diferentes, y por eso mismo quiero que les echemos un vistazo a algunos de los mejores usos de esta técnica.
Snake's false friends, Vol. 1
¿Pero qué coño?
Que los videojuegos no tienen por qué ser realistas es algo que está más allá de toda duda. El realismo está al servicio de la diversión y cualquier cosa que se interponga entre ellos debe ser erradicada. Ya sea que nuestro héroe aguante un cargador de ametralladora sin pestañear o que pueda llevar diez armas en la espalda, si aporta diversión bienvenido sea. Sin embargo, hay ocasiones en las que ese énfasis por añadir diversión a la mezcla desemboca en un obsceno atentado contra la lógica más básica del propio videojuego. Son esas situaciones en las que no podemos evitar girar los ojos, mirar fuera de la pantalla y pensar “¡Pero qué coño!”.
10 motivos para AMAR Metal Gear Solid
Todos recordamos ese post tan candente de Andresito: 10 motivos para odiar Metal Gear Solid… Estaba pidiendo a gritos a su hermano gemelo «bueno» xD
Además, para hacerlo más interesante aún, se ha dado una casualidad: yo, al igual que él, por devenires de la vida y del destino, no jugué a Metal Gear Solid en mis mocedades, y no ha sido hasta ahora que he tenido el placer de catarlo.
Solo que a diferencia de a él, a mí sí consiguió llegarme al corazón, y razones no me faltan:
10 motivos para odiar: Metal Gear Solid
Hace ya más de diez años que toda la comunidad de videojugadores se puso de acuerdo en alabar el precioso vestido de seda invisible del Emperador Kojima. Algo que, por otra parte, tampoco es tan extraño en un sector acostumbrado a idolatrar dioses de plástico. Lo que sí es extraño es que todavía ningún niño irresponsable haya señalado al emperador al grito de: ¡Mirad todos, está desnudo! ¡Está desnudo! Pues ya iba siendo hora…