Hace unos cuantos años, allá por 2001-2002, probé por primera vez el Ultima Online. Me iniciaba así en un mundo hasta entonces totalmente desconocido para mí, con la novedad fundamental de que ahora el mundo estaba vivo al margen del jugador, y una multitud de jugadores de otras naciones se dedicaban a su vez a progresar, matar bichos, acumular oro y todo lo que se suele hacer en estos juegos. Algunos lo hacían hasta niveles demenciales, dejando a muchos jugadores novatos o no tan jugones en la estacada, convertidos en una suerte de jugadores de segunda. Ya entonces me hice la pregunta de en qué consistía un juego online masivo y, lo más importante, si estaba condenado al fracaso.
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