Jugar a predecir el futuro, inminente o lejano, es un ejercicio que todos hemos realizado alguna vez. Nos gusta imaginar cómo será el mundo del mañana; necesitamos sentir que podemos anticiparnos a los acontecimientos. Al fin y al cabo, la inteligencia predictiva es una de nuestras más valiosas cualidades y uno de los pilares fundamentales de la evolución humana. Nos basamos en el conocimiento y la experiencia (a veces apoyándonos erróneamente en nuestros deseos y temores) para determinar cuándo, cómo y por qué se desarrollarán los futuros eventos. Nos pasamos el día y parte de la noche cotejando todos los escenarios probables y planteamos estrategias en el presente con el fin de alcanzar el futurible preferible o bien retrasar el menos deseado (o’shea, prospectiva). EPI no es una excepción. Nos preocupamos por el futuro y tratamos de influir desde nuestra ilustre posición en la blogosfera (cuando seamos poderosos de cojones verdad os vais a enterar sólo nos preocupará qué hacer con tanta pasta). Pero… ¿Hacia dónde se mueve el mundo videojueguil? ¿Morirán las consolas? ¿Se cumplirá la profecía de PC Jesus? ¿Seremos todos casuals? ¿Son los videojuegos una herramienta para adormecer nuestras mentes?
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Isométrica, Filmation y algunas reflexiones
Los chavales de la generación PSX, esos imberbes que conocieron a Solid Snake cuando este ya lucía un bigote de 1.500 millones de polígonos, me miran con cara de gilipollas de incredulidad cuando les digo que los videojuegos a los que yo jugué durante mi tierna infancia y mi perra adolescencia eran más videojuego que esas pseudo películas interactivas a las que nos viciamos ahora. Y no me extraña que me miren y piensen que estoy zumbado, ya que eso no me lo trago ni yo. Además, creo fervientemente en esa frase que reza «la generación actual cree que el buen gusto de la generación anterior es el colmo del mal gusto, y viceversa». No obstante cada vez que rescato La abadía del crimen, Head over Heels u otro Filmation game, no puedo evitar pensar que algo de razón hay en mis palabras.
El placer detrás del logro
Esta última generación de videojuegos ha traído algo más que mejores gráficos, nuevos sistemas de control que nos hacen movernos como monos, mecánicas nunca vistas hasta la fecha y, sobre todo, muchos más Call of Duties; nos ha traído la posibilidad de poder pavonearnos ante conocidos y desconocidos por igual tal y como lo hacíamos en los salones recreativos de los noventa, pero a nivel global. Algo que para algunos es una soberana estupidez que merece todo su desprecio, para otros supone un excelente añadido capaz de alargar la vida de un juego unas cuantas horas, y para unos pocos más una autentica obsesión enfermiza. Son, como bien habéis adivinado, los logros y trofeos.
Sobre la dificultad
Lo he admitido muchas veces pero no me avergüenza volver a hacerlo: soy un paquete. La escasa destreza manual que dios me ha dado me alcanza para acabar Super Meat Boy a duras penas y sin completar el Dark World, o sobrevivir no más de veinte segundos en el deathmatch de cualquier shooter online moderno. Ponme delante retos más difíciles y me pasará como con Demon’s Souls, que me frustraré, lo dejaré y, con la oferta de videojuegos actual, lo más probable es que lo olvide para siempre. No sin que antes, eso sí, una duda me martillee la cabeza y de pie a este artículo, ¿es mi culpa perder interés ante algo especialmente difícil? ¿Del propio juego por serlo? ¿O quizás de lo mal acostumbrados que nos tienen otros títulos más sencillos?
Por un puñado de visitas
A la hora de crearte una web, el objetivo de la misma puede ser bien diverso. Querer compartir tus aficiones, conseguir dinero con la misma o poner fotos de alguna parte íntima tuya en distintas localizaciones del globo terráqueo son algunos ejemplos de ello. Todos son motivos válidos pero para conseguir este objeto final necesitaremos el recurso básico del que se nutren las páginas webs: las visitas.
¿Seamos objetivos?
Muchos diréis ¿No hablasteis el otro día sobre objetividad? Sí señores, pero ahora es mi turno de pagarle al amigo Arzakon con la misma moneda tras su genial respuesta sobre mi pataleta sobre los piratas (y sigo pensando lo mismo, más aún tras el ataque a la PSN) y hablar sobre un tema ya hablado. Pero esta vez no voy a rebatir su postura, sino que voy a dar más vueltas sobre lo mismo ¿es necesario ser “objetivo” en el análisis de videojuegos?
...o de los necios
La conjura de los juegos
Nunca está de más reflexionar un poco acerca del poder que tienen sobre la realidad esas ficciones en las que participamos en nuestras horas de juego. Las ideas que se incluyen en los siguientes párrafos no son verdaderas ni falsas, sino todo lo contrario, o tal vez no, pero sea como fuere podéis estar tranquilos de que están expresadas con total sinceridad por mi parte.
Belleza, moda y opinión
Entre todas las sentencias que pretenden zanjar un debate, “para gustos, los colores” (o “sobre gustos no hay nada escrito”) es la peor de todas. Me enerva y entristece por igual, ya que niega la búsqueda del porqué y tira por la borda siglos de preguntas sobre lo que nos gusta y lo que nos deja de agradar. Desde tiempos inmemoriales, anteriores a la era de los grandes filósofos griegos, no hemos dejado de plantearnos por qué unas cosas nos gustan siempre y otras nos parecen de mal gusto desde un primer instante; por qué unas pasan de moda y otras perduran sin que el paso de los años les afecte; por qué nos mola más Milla Jovovich o Christina Hendricks que Carmele Marchante o Belén Esteban; por qué recordamos más el gol de Zidane ante el Bayern que el anotado por Raúl en el mismo partido; por qué nos empalmamos con Braid y no con Dragon Age II. Decir o escribir “para gustos los colores” es pegar una patada a todo eso; o al menos denota una total falta de interés por profundizar en el debate y por cultivar el gusto particular.
Libertad y Libertinaje
La libertad y el libertinaje son dos cosas muy distintas, y el que más el que menos es capaz de señalar las diferencias sin demasiados problemas. Sin embargo, cuando extrapolamos estos conceptos al ámbito de los videojuegos, la delgada línea que los separa desaparece como por arte de magia, y lo que antes era un simple grito de libertad se convierte en un berrido de libertinaje. Queremos casas y la posibilidad de allanarlas, queremos niños y queremos poder matarlos, pero sobre todo, si hay algo que deseamos por encima de todas las cosas, es no tener la más mínima barrera invisible. De ningún tipo y en ningún lugar.
Sobre el vídeo filtrado y la respuesta de los hipócritas
Posiblemente la mayoría de vosotros no se haya enterado de este tema —yo mismo lo descubrí ayer de casualidad—, y por eso me gustaría escribir un poco sobre el mismo. Resulta que ayer, por veté tú a saber qué motivo, se filtró en Internet un vídeo del próximo Forza Motorsports 4. Como es lógico y normal, las páginas a las que un juego así les interesa (a nosotros en general y a mí en particular nos la suda bastante) lo subieron rápidamente para gozo y deleite de sus usuarios. Pero en un giro inesperado de los acontecimientos, Microsoft pidió que el vídeo se retirase de todos los blogs que habían cometido la osadía de subirlo. Algunos, como los señores de Anait, aprendieron de la cagada del año pasado con SEGA y lo dejaron en su sitio; otros, como los adalides de la moralidad de Akihabara Blues, decidieron sacar pecho de un acto tan cuestionable como es ceder a la presión y retiraron el vídeo, tildando de «pseudoprensa» a todo el que no lo hiciese. «Luego se llora de que no se envían promos, de que no se invita a eventos, de que no os hacen caso.» remataron estos señores que tan bien escriben.
Después nos extrañaremos de que la «prensa» de videojuegos tenga tan poca credibilidad. Si los únicos que no le lamen las pelotas a las grandes compañías por miedo a dejar de recibir juegos (gratis) son los «pseudoperiodistas» y «pseudobloggers» mal vamos. Pero que muy mal.
Hasta la polla de los piratas
Quizás muchos me lapidareis en los comentarios, o me unfolloweareis en el twitter, pero tengo que decir, y que gritar, que estoy HASTA LA POLLA DE LOS PIRATAS. Sé que meterse con la piratería es un tema algo tabú y, si seguís leyendo, veréis que mi intención no es dar la razón a las pobres compañías cuyos directivos este año no podrán cambiar de yate por culpa de la piratería. Esto es una cuestión totalmente personal, mirando la pelusa de mi ombligo como jugador y propietario de varias consolas.
Nier, lo que te has perdido
Nier, ese juego desarrollado por Cavia (no por Square-Enix como mucha gente parece creer) y que Galious analizó hace mes y medio, ha padecido un mal muy similar al del impopular Alpha Protocol: el de los prejuicios. Yo mismo he de reconocer que al principio, cuando lo metía en los Mercadillos, no podía evitar «reírme» de él. Si es que lo tiene todo: una portada genérica con un tío de pelo blanco, un espadón, una maciza y el funesto sello de Square-Enix ahí asomando. Si a eso sumamos un buen puñado de análisis de «medios serios» en los que ponen al juego de ramplón p’abajo, pues claro, pasa lo que pasa, que la mayoría es incapaz de ver más allá de la carátula. No obstante, si quieres saber por qué pienso que Nier tiene el mejor guión del año 2010, concédeme cinco minutos. Con suerte terminarás descubriendo un juegazo.
El DLC también puede ser bueno
Cuando el otro día estuvimos, en plural, discutiendo sobre Nintendo y cómo se había quedado atrás en materia de logros y contenido descargable, percibí en general un enorme rechazo por este último. Llegué a pensar que en algunos casos, un DLC malvado había quemado a vuestras madres y se había follado vuestros cultivos, por lo que sería inútil intentar borrar ese rastro de rencor; pero luego me dije, «eh machote, si alguien puede hacerles ver que ahí fuera también hay DLC decente, trabajador, simpático, guapetón y amigo de sus amigos, ese eres tú». Así que aquí estamos, en un artículo en el que voy a intentar defender lo indefendible, y con la famosa armadura caballuna de Bethesda en la cabecera. Ahí es nada, campeón.