Ayer mismo estábamos hablando sobre los sandbox y la falsa sensación de libertad que nos da un mapa tan extenso. Entonces ha sido inevitable acordarme de un juego que me amenizó el verano de 1992 y que, pese a que han pasado dos décadas, me proporcionó una sensación de libre albedrío que no había experimentado hasta entonces con un videojuego y que todavía no ha sido superada. Y eso lo viví, contra todo pronóstico, con un juego inspirado nada más y nada menos que en la figura de Robin Hood: The Adventures of Robin Hood.
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