Últimamente no le doy a videojuegos que necesiten ocupar un buen espacio de mi vida. No tengo ganas de meterme en huertos con un mínimo de 10 horas de duración ya que más bien busco obras que me produzcan una satisfacción más inmediata. Esto va por rachas, lo sé, pero es en estos títulos más accesibles en los que ocupo por ahora mi tiempo dedicado al ocio interactivo. Mi última crítica es buena prueba de ello. Por eso The Everything Building casa muy bien en estas particulares características que le demando actualmente a los videojuegos: jugabilidad pura y dura.
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