Pertenezco a un grupo de edad en el que el inglés y los videojuegos estaban firmemente ligados. Esos chavales grandes que ya hemos entrado en la treintena, salvo los que sus papis les apuntaban a clases particulares, no teníamos nuestro primer contacto académico con el inglés hasta los 12 años. A excepción de los títulos nacionales que salían en los ordenadores domésticos, los juegos nos llegaban en el idioma de Shakespeare y cuando las consolas se convirtieron en las plataformas de ocio más populares tuvieron que pasar algunos añitos hasta ver como nos llegaba un juego traducido al castellano.
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