O algo así como «Kunio, el honorable joven sin miedo del Instituto Nekketsu: Réquiem por el clan de Kunio» o bien, si lo traducimos al cirolés, «el yo contra el barrio más osomizante que jamás parió el Cerebro de la Bestia y que nosotros, los europeos, no vimos hasta el descubrimiento de las bondades de la emulación; a menos que no fuésemos unos enfermos de la importación y no nos rayase el hecho de no entender ni papa de japonés». El tema de la distribución -¿Quién decide cómo, cuánto, qué se distribuye y con qué criterio?- siempre fue cosa mala. Mientras que aquí en 1994 nos comiamos los mocos sufriendo zurullos semi líquidos del calibre de American Gladiators, Pit Fighter y Rise of The Robots, los videojugones de la tierra del sol naciente enchufaban a sus superfanicoms pepinacos con pedigrí like this.
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