Desde hace unos cuantos años, la franquicia Resident Evil apesta. El olor, que muchos empezamos a percibir ya con —el por otro lado excelente— Resident Evil 4, se hizo más que evidente con la salida de la quinta entrega de la saga, un título de acción cooperativo que si en lugar de tener la marca de Capcom se llama «Army of Two: Africa«, posiblemente habría recibido valoraciones más tibias y honestas. Resident Evil 6, con su mastodóntico desarrollo y promoción, lo único que consiguió fue tirar de la manta que cubría al muerto y hacer que el olor, hasta entonces moderadamente tolerable, se convirtiese en la peste insufrible que a día de hoy tiene asfixiada a la franquicia y a sus seguidores. Y la culpa, en buena medida, es del antaño protagonista de la saga: el escenario.
