La sensación que se me ha quedado al terminar este videojuego del Rey Arturo es extraña. Por un lado sé que estoy ante la mejor mezcla (y posiblemente la única) de estrategia en tiempo real, estrategia por turnos, aventura y rol. Y por otro, soy consciente de que este cóctel, genial en su concepción, se ve bastante enturbiado por problemas que bajo ningún concepto deberían estar ahí. Me explico.
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