Si comparásemos la guerra de los 16 bits con Rocky IV (Rocky=MD, Iván Drago= SNES), Gunstar Heroes sería el puñetazo que parte el pómulo del coloso soviético. Desde su lanzamiento, el Cerebro de la Bestia embistió de mala manera y con todas sus fuerzas a una Mega Drive cuyos títulos (salvo honrosísimas y no pocas excepciones) parecían más propios de una ocho bits dopada que de una máquina digna de levantarle la falda a Nintendo. La espectacularidad, los sprites reshulones, el profundo sonido, aquel añorado Modo 7 y una explosión de colores de fantasía marcaron las primeras oleadas de lanzamientos de la SNES. Un par de años en los que los poseedores de MD tuvieron que soportar una lluvia de piños muy similar a la que el Expreso de Siberia (AKA la muerte sin remisión) propinó al potro de Philadelphia durante los dos primeros asaltos de aquel filme de culto (¡Meh!). El desenlace del combate es lo de menos en esta peculiar comparativa. En el filme obviamente ganó Balboa, mientras que la guerra de los 16 bits se la llevó Nintendo a los puntos. Por mi parte, siempre pensaré que fue un empate técnico en toda regla. Sea como fuere, el primer juego de la mitiquísima Treasure marcó un punto de inflexión que niveló aquel inolvidable duelo. No es casualidad que detrás de algunos de esos abrumadores títulos de SNES (Super Castlevania IV, Super Probotector, Axelay) estuviesen algunos de los más relevantes ideólogos de Treasure; que en 1993, ante la perspectiva de participar en una nueva aventura vampírica de Konami, decidió batear las alas y volar en solitario.
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