Los que llevéis algo más de un mes visitando El Pixel Ilustre —con suerte mucho más tiempo— habréis notado algo raro desde hace un par de semanas: mi colaboración, tradicionalmente abundante (llevo más de 1.100 entradas en esta casa), ha cesado sin previo aviso. El motivo, como sé que alguno ya sabe, es que durante este tiempo he atravesado ciertos problemas personales, que evidentemente no vienen al caso en una entrada de esta índole, que me han hecho pensar y plantearme más que nunca algo que llevaba rondando mi cabeza desde hacía meses, y es que este mundo que tanto nos absorbe y fascina, por mucho que nos pueda llegar a obsesionar, es lo de menos. Demonios, ¡que son solo videojuegos!
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