O mejor dicho, a George Lucas. En fin, sea como sea, lo cierto es que odiar es un sentimiento feo de cojones. De esos que te carcomen por dentro y no te sueltan hasta que estás podrido. De hecho, el odio es todo lo contrario al amor. Al igual que éste, una vez desatado es incondicional. Es decir, no se puede hablar de odio hacia algo o alguien si antes no se ha amado con la misma intensidad. Por esta regla de tres y dada mi reconocida pasión por la saga galáctica, considero que la frase «10 motivos para odiar» dispone aquí y hoy de todo su peso específico. Aún así, me tomaré la ilustre licencia de cambiar el verbo odiar por hodiar. Con H suena menos feo y no duele tanto.
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