Algunos de vosotros ya sabréis que en videojuegos, mi género favorito es de los conocidos como SRPG, híbridos de rol y estrategia por turnos, que tradicionalmente han pertenecido casi en exclusiva al mundo de las videoconsolas. El principio de esta extraña predilección, lejos de encontrarse en los más populares Final Fantasy Tactics o Fire Emblem, llegó con un título del que no conocía absolutamente nada hasta unos cuantos minutos después de llevármelo del videoclub donde lo alquilé. Difícilmente sabía yo por aquel entonces que Vandal Hearts II iba a convertirse en uno de los juegos de mi vida.
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