Todavía tengo en borradores el artículo que empecé a escribir sobre el primer Warlock, una suerte de Civilization V de garrafón ambientado en un mundo de fantasía medieval en el que grandes magos sustituían a los tradicionales líderes. Pese a que la última fecha de edición de ese borrador se va hasta mayo de 2012, recuerdo perfectamente que no lo terminé porque me dio pereza. Mi razonamiento, entonces, fue el siguiente: si sus desarrolladores, Ino-Co Plus, no se han tomado la molestia de terminar el maldito juego, ¿por qué voy a tomarme yo la molestia de terminar este puñetero texto? Y con Warlock 2 casi me pasa lo mismo. Pero ya está bien.
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