¡Ay, mi querida Nintendo DS! Compañera de viajes, horas muertas y periodos sin ordenador. Amiga de los flashcarts y el homebrew molón. Madre de docenas y docenas de juegos de Ubisoft. ¡Ay, mi querida Nintendo DS, qué te quiero yo!
Sí, hoy tengo la vena poética subida. Descubre por qué tras el salto.
Orcs & Elves, como casi todos sabréis (o al menos intuís) es un RPG, pero dejadme que os diga que no es uno cualquiera. No ya porque sea mejor o peor, sino porque su principal cometido, en lugar de innovar, es homenajear a toda una generación de videojuegos que hoy en día está pasada de moda. Por supuesto me refiero a los míticos “Dungeons Crawlers”: juegos en primera persona, con historias simples, mazmorras enormes, monstruos a patadas y gráficos pixelados. Y amigos, ¡vaya lujo de homenaje!
La historia, siguiendo con la tradición, es algo muy secundario. Viene a ser algo así como los cacahuetes maníos que te sirven al pedirte una caña en el bar de la esquina: están ahí, pero como si no estuvieran, porque tú lo que quieres es la caña. Para seguir con el símil (y por si acaso sois muy torpes) la caña es la jugabilidad… pero de ella ya hablaré en el párrafo siguiente. El caso es que el argumento también está ahí, como los cacahuetes maníos, y cuenta la aventura de un semi-elfo que, varita parlante en mano, limpia de orcos la fortaleza subterránea de los difuntos enanos. O algo así.
Y llegamos al apartado de jugabilidad. La bendita jugabilidad. La que diferencia a un buen juego de un tostón absoluto. La que separa a los grandes de los pequeños. La que puede dar y quitar diversión a partes iguales. ¡LA CAÑA del bar de la esquina! En Orcs & Elves, la jugabilidad es como dar una y otra vez el primer sorbo de una caña bien fría cuando estás sediento y/o acalorado. O para que nos entendamos: es jugar a un RPG en primera persona, con combates por turnos, toneladas de enemigos por nivel, puzzles sencillos, una dragona vendedora de armas y un sentido del humor de lo más acertado. Y es que Orcs & Elves no sólo es sumamente divertido, sino que además es graciosote. Nuestra varita parlante, que en todo momento tomará la palabra por nosotros, protagonizará alguna que otra divertida situación en las escasas ocho horas que dura el juego. Sí amigos, si un defecto tiene esta pequeña joya del retro amor, es su corta duración. Pero bueno, no podía ser perfecto.
Si no digo que los hechizos se llevan a cabo mediante runas dibujadas en la pantalla táctil y que las armas, aunque escasas, molan un montón, reviento. Como casi reviento al intentar decir semejante frase en alto. Hoy es que me he levantado con ganas de surfear el léxico español, os lo digo en serio.
El apartado técnico de Orcs & Elves, como el resto del juego, es muy “old-school”. Supongo que esto es así en parte porque estamos hablando del port de un juego para móviles. Pero bueno, como ya dije antes, todo lo que no sea jugabilidad son cacahuetes. Y en el caso de los gráficos, son cacahuetes feos, pero que gustan. Porque que queréis que os diga, a mi me gustan los píxeles. Lo admito, me molan. Tienen ese algo retro que tanto me atrae. Es superior a mí. No lo puedo evitar: ¡ME MOLAN!
Conclusión: si tienes una Nintendo DS y no has jugado a Orcs & Elves no sé a que esperas. A mi es el juego que más me ha viciado en mi querida Nintendo DS… ¡qué te quiero yo!
PD: No me gusta la cerveza
PD2: De verdad. No me gusta nada.
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