Pongámonos en situación: Los años 90. Disney es la jefa jefaza en cuanto a poder y gracias a ello empieza a meter su inmensa nariz pinochil en el mundo de los videojuegos. Esto hace que sus personajes franquicia dieran el salto a las videoconsolas y esto nos trajo una cantidad tremenda de títulos, muchos de ellos con gran calidad. Esta vez, toca hablaros de uno que particularmente me tocó la patata. Ayudemos al Pato Donald en una de sus innumerables aventuras.
Me gusta Sega (o más bien me gustaba la Sega antigua). Es algo de lo que siempre he estado orgulloso. Cuando era un tierno infante pelirrojo hacia que mi padre me comprara la MegaSega y la TodoSega. Revistas fanboyeras al máximo pero que llenaban de orgullo mi pequeño corazón seguero. Gracias a Sega empecé en esto de los videojuegos y la primera consola que tuve fue la Master System II. Un mundo de posibilidades me trajo la consola pero más posibilidades me las daba el «Videoclub Manolo» donde felizmente cambiaba los cartuchos que me pasaba por otros juegos semiusados por el módico precio de 1000 pesetas.
Así que tenía muy pocos juegos pero me había pasado todo un saco de ellos. Todo esto cambió cuando recibí el cartucho sobre el que hoy voy a hablaros. No porque tardase mucho en pasármelo, ni porque rompiese el manual, no… Gracias al juego de cierto pato de la factoría Disney conseguí tener ganas de empezar a conservar juegos para disfrute personal.
La historia de «The Lucky Dime Caper» nos lleva a que la malvada bruja Magical Spell birla al Tío Gilito la moneda de diez centavos con la que empezó su fortuna pero no bastándole esto, va y secuestra a los tres sobrinos del pato multimillonario. Así que el Bill Gates patil le pide a Donald que si rescata a sus sobrinos y recupera su moneda de la suerte, le dará una jugosa recompensa. Visto esto, nuestro protagonista se excita sobremanera y coge su avioneta para buscarles y conseguir su ansiada recompensa.
Lo gracioso del tema es que una vez que hemos rescatado a los tres sobrinos, el avaro Tio Gilito nos obliga a que vayamos a por su puñetera moneda de diez centavos. O sea, le sobra el dinero, es más, seguramente se limpie su sagrado culo de pato con billetazos pero aún así quiere que nos juguemos la vida en pos de encontrar su dichosa moneda que no le da +10 a carisma patuna ni ná de ná. Pero bueno…
Así que nos jugamos la vida en siete niveles plataformeros que representan diferentes localizaciones del mundo. Viajamos desde una jungla tropical sudamericana hasta el más gélido polo sur pasando por un bosque común de Norteamérica. Cabe destacar que podemos elegir el destino que queramos desde el principio haciendo que cada vez que empecemos una partida… ¡¡sea diferente!! ¡¡REVOLUCIÓN!! Bueno, en verdad solo cambia el orden de las pantallas pero cuando yo era un meco, esto lo veía como algo grande y revolucionario digno del Che.
Recuerdo perfectamente esas pantallas con retos jodidos de superar como por ejemplo dentro de un templo azteca/maya/sucedáneo donde teníamos que ir saltando encima de una especie de cubitos de hielo que se derretían con una especie de gotas de ¿ácido? o de agua extremadamente caliente; o es difícil olvidarse de la última fase donde nos metíamos en la casa de la bruja Magical Spell con sus millones de trampas y fantasmas asediándonos. Antológico.
The Lucky Dime Caper es un juego, ante todo, divertido. El cariño puesto por los desarrolladores en cada escenario hace que este juego sea tan especial, al menos para un servidor. Además de que tiene una jugabilidad muy depurada aunque en muchas ocasiones también se basa en el concepto antiguo de «memoriza la rutina y ejecútala» que tantos juegos retro poseen. Pero esto a mi parecer es un encanto más para un juego que además cuenta con un colorido mundo gráfico y unas animaciones impropias de la Master System II.
Este juego también llegó a la portátil seguera y era una fiel adaptación del juego de Master System. Lo único que se perdía era profundidad de pantalla debida a la resolución gráfica más que nada. Además, este juego contó con una secuela llamada «Deep Duck Trouble» que por desgracia aún no he podido catar.
Es difícil apartar de mi retina momentos inolvidables como el combate mítico con el oso del bosque a mazazo limpio u olvidarse de las pegadizas melodías que sonaban en el juego (inolvidable la de la última pantalla). Y aunque sea un juego que te pasas en una horilla más o menos, creo que es una experiencia jugable que muchos títulos de hoy en día buscan pero que no consiguen. Ya saben, para algo esto es retro amoroso.
Gran juego, al nivel del Cool Spot de la GG o del mismo Castle of Ilusion. En los descansos de las partidas a los Sonic, lo mejorcito que te podías echar en tu super consola de «bolsillo» seguera.
Ah. Y para sentirme ya del todo como era yo en los ’90: ¡PUTA NINTENDO!
Joder si es cierto…
¿Por qué nos empeñábamos en defender a nuestra Mega Drive si cada vez que venía mi primo al pueblo con la Super Nintendo y el Super Mario World se me erizaban los pelos de gusto?
En fin. Pobre Sega, cuan mal le han sentado los años…
PD: Este juego siempre lo quise probar porque lo tenía por ahí asomado en alguna revista (HobbyConsolas, TodoSega, vete tú a saber… por ahí la tendré xD)