Resident Evil: The Darkside Chronicles (RE:TDC de ahora en adelante) es un ejercicio continuo de “fan service” y situaciones embarazosas para el jugador de a pie, que por suerte, quedan sepultadas por una jugabilidad divertida y un auténtico mar de zombis y criaturas variopintas a las que disparar.
En primer lugar, doy las gracias a mi buen amigo Rubén, pues sin él y su increíble habilidad con el arma de impulsos eléctricos todavía estaría intentando matar a la hija puta de Verónica. Y ahora sí, vamos al lío. Habréis visto que en el primer párrafo he usado la palabra “embarazosas” para referirme a ciertas situaciones del juego. Bien, pues no es un recurso estilístico ni una exageración, el guión y, sobre todo, las secuencias de video son bochornosas. Claro que sé que estamos en un juego de zombis y lo que ello implica, pero por eso mismo resulta lamentable que Rubén y yo nos partiésemos de risa cada vez que no estábamos disparando. Joder, que el nombre “Resident Evil” debería tener un poco más de peso.
¿Vendajes por encima de la ropa? ¿¡Por qué no!?
En cualquier caso, quizás la culpa de esta decepción en la narración sea mía por tener a los primeros Resident Evils en demasiada estima. Supongo que por entonces yo era un joven impresionable y enamorado de los zombis cuya memoria quedó grabada a fuego por una saga que, al igual que el mítico y querido Metal Gear Solid, trató a una generación de imberbes espinillosos como a adultos. Por desgracia, este nuevo RE:TDC para Wii no hace sino sacudir esos recuerdos y mostrarte la verdad: lo que pensabas que era la hostia es una mierda muy grande y, sobre todo, embarazosa (en serio, personajes como Steve me causan vergüenza ajena).
Ahora bien, de la misma forma que no puedo pasar por este análisis sin mencionar mi malestar por lo que considero un guión nefasto y una narración lamentable, tampoco puedo obcecarme con este defecto. Al fin y al cabo sería tan mezquino como pedirle una buena interpretación a Vandamme, algo que como hemos visto no es imposible, pero sí muy difícil. Así que corramos un tupido velo y centrémonos en lo más importante: los tiros.
Gilipollas
Pegar tiros mola. Matar zombis mola. Los “juegos sobre raíles molan”. Pasarse un juego en modo 2 jugadores de principio a fin mola. Y RE:TDC, sin lugar a dudas, mola. Mola porque consigue engancharte a pesar de los defectos comentados; porque aunque es un juego de zombis, ofrece una variedad de enemigos realmente admirable; porque hay bastantes armas diferentes con las que masacrar muertos vivientes; porque los gráficos, para ser un juego de Wii, son bastante vistosos; y sobre todo, porque desde Fallout 3 nunca había estado 2 horas y media seguidas con ningún juego.
De hecho, el único problema grave que le he visto a la jugabilidad es el tema de los archivos y el dinero escondidos en el escenario. ¿Por qué? Fácil, porque algo tan estúpido como eso tira por la borda cualquier conato de tensión que pudiese haber en las partes sin enemigos. Y es que mientras avanzamos por un pasillo silencioso y lúgubre, en lugar de estar pendientes a ver por donde saldrá el siguiente zombi, mi amigo y yo estábamos disparando como locos a lámparas, estanterías, cuadros y papeleras. Y lo que es peor, recibiendo recompensas por nuestro comportamiento. En serio, tendríais que ver a la pobre niña huyendo de nosotros mientras Claire grita “no corras, estamos aquí para ayudarte” a la vez que dispara a todo el mobiliario de la comisaría.
Tanto gilipollas y tan pocas balas
En definitiva, RE:TDC es lo que algunos llamarían un juego de contrastes. Un título con luces y sombras y demás tonterías. La triste verdad es que es una oportunidad desaprovechada. Porque con un trabajo de dirección menos malo, unos ligeros ajustes al guión y un poco más de coherencia en algunos aspectos de la jugabilidad, este Resident Evil podría haber sido espectacular. Claro que si el Barça hubiese fichado a Beckham y el Madrid a Ronaldinho…
Mañana me pondre con este.