El placer detrás del logro

Escrito por en Artículos - 18 mayo, 2011


Esta última generación de videojuegos ha traído algo más que mejores gráficos, nuevos sistemas de control que nos hacen movernos como monos, mecánicas nunca vistas hasta la fecha y, sobre todo, muchos más Call of Duties; nos ha traído la posibilidad de poder pavonearnos ante conocidos y desconocidos por igual tal y como lo hacíamos en los salones recreativos de los noventa, pero a nivel global. Algo que para algunos es una soberana estupidez que merece todo su desprecio, para otros supone un excelente añadido capaz de alargar la vida de un juego unas cuantas horas, y para unos pocos más una autentica obsesión enfermiza. Son, como bien habéis adivinado, los logros y trofeos.

A mí, por suerte, me gusta pensar que pertenezco al grupo de en medio. Los logros de Steam y los trofeos de PSN me importan lo justo y suficiente como para hacer las chorradas divertidas que plantea un juego, como saltar desde mil metros de altura en Just Cause 2, o pasarte un nivel entero sin recibir daño en Enslaved; pero no hasta el punto de dedicarle una cantidad absurda de horas para obtener cualquier tontería de un juego, como por ejemplo conseguir pescar todos los peces en NieR. De hecho, tengo la teoría (que defenderé hasta la muerte) de que cuantos más platinos más malito de la cabeza estás. Si los tienes porque le has metido sesenta horas a un videojuego de seis, por motivos evidentes; y si los tienes por jugar a los Hanna Montana y demás títulos de logro fácil (que me sé de unos cuantos así), por motivos aún más evidentes.

En cualquier caso, volviendo al tema que nos atañe realmente en este artículo, voy a intentar discernir en mayor o menor medida por qué demonios nos gustan tantos los logros a algunos (a los que nos gustan), y por qué demonios los odian tanto otros (los que los odian). Para los primeros voy a necesitar un poco más de espacio, por lo que lo dejaré para el siguiente párrafo, pero para los segundos lo tengo claro: porque no lo han probado de verdad. Algunos posiblemente recordarán comentarios míos de hace poco más de un año en los que venía a decir que los logros eran una tontería que no servía para nada… hasta que los probé, claro. Prescindir de los logros, pudiendo tener acceso a ellos, es tan absurdo como jugar con los gráficos al mínimo cuando puedes ponerlos al máximo. Son una feature más y lo más probable es que si te repele su idea, no la hayas disfrutado como se merecen. O también puede que directamente te guste divertirte poco, total, si los hay que disfrutan con Gran Turismo…

Ahora bien, para los que nos gustan los logros, ¿qué es exactamente lo que nos ofrecen y por qué nos atraen tanto como para llegar a rejugar secciones enteras de un videojuego con el único objetivo de escuchar el soniquete ese de ahí arriba? Pues desde un punto de vista lo menos parcial posible, los logros y trofeos ofrecen ni más ni menos que nuevos retos y, en consecuencia, horas de jugabilidad completamente al margen de las que ya de por si nos brinda un juego en cuestión. Todo ello, por supuesto, de forma completamente opcional. ¿Que no te interesan los logros? Pasas olímpicamente de ellos y listo. ¿Que te gustan en su justa medida? Haces los que te resulten interesantes y al resto que le den. ¿Que eres un maldito enfermo? Te tiras horas y horas haciendo tareas repetitivas a más no poder por las que cualquier otro ser humano exigiría una compensación económica. Todo depende de la importancia que tú quieras darle.

Por suerte, y pese a la creencia que tienen algunos, los logros no suponen siempre tareas repetitivas. De hecho, los logros buenos nunca suponen tareas repetitivas. Ahí tenemos por ejemplo los del reciente Portal 2 (que en breve analizaré si todo sale bien), que te instan a hacer bastantes cosas que normalmente no harías y que, por lo general, desembocan en resultados muy divertidos. Si el mero hecho de ofrecerte más horas de juego y diversión por el mismo precio no convierte a los logros en un invento cojonudo no sé qué otro motivo puede convencer a un infiel. Pero aún así, voy a seguir indagando en por qué demonios nos gusta tanto ver aparecer ese mensaje emergente en nuestro monitor.

Digo seguir indagando pero en realidad yo lo tengo bastante claro y vosotros también, el mayor placer que hay detrás de los logros/trofeos no es otro que el de poder comparar nuestro rabo digital con el de amigos y enemigos de todo el mundo. Y esta comparación de trancas, que para algunos puede limitarse a eso, para otros puede llegar a convertirse en un auténtico metajuego. Es decir, si el objetivo de World of Warcraft no es otro que matar cangrejos para subir niveles y conseguir equipo… ¿por qué demonios el objetivo de PSN no va a ser sacar trofeos para subir de nivel y conseguir platinos? A algunos os parecerá una tontería, pero a mí me resulta incluso más absurdo lo del WoW. Y eh, qué queréis que os diga, pero ver los logros desde este punto de vista te da la posibilidad de estar jugando permanentemente a dos videojuegos a la vez. ¡Doble diversión!

Así pues, resumiendo y para que todos nos entendamos, en mi opinión los logros no sólo nos gustan porque efectivamente aportan algo al juego que, por defecto, no está ahí, sino que lo hacen por el factor psicológico que supone el saber que estamos compitiendo o comparándonos con gente de todo el mundo, nuestros amigos incluidos. A todos nos gusta darle en la boca a nuestros colegas y demostrar que somos buenos en algo, y los logros son una forma excelente de hacerlo a todas horas. A no ser que seas un paquete de mierda, claro. Pero gracias a los trofeos que requieren paciencia incluso para ti hay esperanza.

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