Análisis: Splatterhouse

Escrito por en Análisis - 19 septiembre, 2011

Siempre miramos con cierto recelo aquellos juegos que aprovechan el nombre de una saga que cosechó cierto éxito años atrás. Eso es normal porque no pocas veces un gran nombre se ha despedido por la puerta de atrás por culpa de un poco digno resurgimiento. ¿Qué ha pasado con Splatterhouse?

El primer Splatterhouse marcó a todo aquel que lo vio en un salón recreativo. Era el contrapunto perfecto a los coloridos e infantiloides juegos de plataformas y otros arcades que dominaban durante finales de los 80. En él manejábamos a un tal Rick, con cierta semejanza a Jason de la saga Viernes 13, quien, aliado con una máscara demoníaca intentábamos rescatar a nuestra novia Jennifer de las garras del malvado Dr. West.


¿Y después quien va a limpiar todo eso?

Entonces nos sumergíamos en un ambiente de pesadilla, llena de horrores deformes que supuraban y sangraban cuando los destrozábamos con palos, tuberías, cuchillos o moto-sierras. La sangre chorreaba por la pantalla y a nosotros nos encantaba y fue gracias a ese aspecto gore que Splatterhouse cogió un sitio en la memoria colectiva que de otra forma no hubiera tenido. Porque, no nos engañemos, Splatterhouse no destacaba precisamente por sus gráficos o por su jugabilidad.


Splatterhouse consigue sacar a relucir nuestros instintos de carnicero

Entonces, 18 años después de Splatterhouse 3, secuela que apareció en exclusiva para SEGA MegaDrive, nos llega esta puesta al día. Repetimos argumento: Rick y su novia Jennifer acuden a la mansión del Doctor West para una entrevista al periódico de la universidad. Pero entonces se tuercen las cosas y Rick ve, tumbado sobre su propia sangre e intestinos, como West se lleva a su novia y una máscara ancestral le ofrece el poder necesario para rescatarla. Y ahí empieza el baño de sangre.


No faltarán los bichos gordos y feos

En la forma, Splatterhouse es uno más de los muchos Hack & Slash que pululan en el catálogo de las consolas. Cuenta con todos los ingredientes: X para saltar, cuadrado para ataque débil, triángulo para ataque fuerte, círculo para agarrar, esquivar haciendo volteretas, un “modo furia” en el que nos ponemos brutotes y la líamos parda, combos y habilidades por desbloquear, niveles de desarrollo mayoritariamente lineal, habitaciones que se cierran al llegar y no se vuelven a abrir hasta que no hayamos matado a todos los bichos y, como no podía faltar, QTE’s, muchos QTE’s.


Splatterhouse es de esos juegos en los que te salen bíceps en los pulgares

Sabiendo esto, muchos podrían pensar que Splatterhouse es un juego mediocre, que existen opciones mejores y que no merece la pena pasando las 8 horas de rigor aporreando botones. Y quizás tienen razón, pero resulta que esta nueva versión cumple con todo lo que se podría esperar de un nuevo Splatterhouse: a pesar de tener el mismo argumento que hace 20 años el guión tiene algunos giros que nos mantendrán atentos e interesados en la historia (además que las cinemáticas entre fases son soberbias), pasearemos por escenarios tan lúgubres y retorcidos como en esos arcades y los enemigos serán igual de escalofriantes y mancharán igual las paredes cuando les demos como si fueran piñatas.


Cuando les damos conun palo, en lugar de caramelos salen vísceras

Por si fuera poco, parte de varios niveles se desarrolla en 2D, imitando al Splatterhouse clásico, tanto en la jugabilidad como en la dificultad (eso de caerse en un bujero y palmar como que ya no se da demasiado en los videojuegos) y reciclando la banda sonora, similar a la de los arcades que a su vez quería imitar la música de películas como Halloween y otros clásicos del cine de terror. Un homenaje como merece un juego que pretende reanimar (y nunca mejor dicho) una saga que permanece en el recuerdo de muchos.


Estos detalles marcan la diferencia

Acaban de redondear el pastel una banda sonora que hará las delicias de los metaleros, más aún cuando os deis cuenta que Rick lleva una camiseta de Mastodon antes de transformarse en esa mole llena de músculos que protagoniza el juego (y el correspondiente subidón que es escuchar Blood & Thunder la primera vez que cogemos una sierra eléctrica), y unos jugosos extras consistentes en fotos de Jennifer ligeritas de ropa, las ya habituales arenas de combate y, atención, los tres Splatterhouse originales, listos para su disfrute.


Aunque esta imagen no sale en el juego, en muchas fotos va igual de vestida

Y si hay algo que no decepcionará va a ser la sangre. Los primeros Splatterhouse se caracterizaban por el aspecto gore, y esta vez tampoco se queda atrás: evisceraciones, decapitaciones, desmembramientos… Cuanta más sangre mejor, pero claro, parece que la violencia excesiva en los videojuegos ya es lo habitual y parece que no puede sorprendernos nada… Hasta que sacamos los intestinos a un monstruo por vía rectal. En Splatterhouse hay MUCHA sangre, toda la sangre que esperábamos en un juego como éste e incluso más.


Los Splatter Kills pueden llegar a dar asquete.

Splatterhouse no será uno de los juegos del año: en ocasiones la cámara petardea un poco y seguro que a más de uno no le gustará que no haya un botón para cubrirse de los ataques enemigos; a nivel gráfico cumple, sin tener nada especialmente espectacular y (perdonad el spoiler) que el gran enemigo final se elimine a base de QTE’s me toca los cojones. Sin olvidar que como todo Hack & Slash que se precie, llega a resultar algo repetitivo… Pero tampoco eran juegos de 10 los primeros Splatterhouse y ahí estan. De lo que sí estoy seguro es que este juego hará que todos aquellos amantes del gore, del Metal, del rollo Lovecraft y las pelis de terror ochenteras pasen un buen rato.

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