Análisis: Costume Quest

Escrito por en Análisis - 15 octubre, 2011

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«Costume Quest está desarrollado por Double Fine, la compañía fundada por Tim Schafer, padre de Grim Fandango y Psychonauts (entre otros), nada malo puede salir ahí», pensaba el ingenuo Andresito mientras encendía su consola para jugar. No contaba el protagonista de nuestra historia con que tras una fachada encantadora capaz de seducir al más robusto de espíritu y un guión de película infantil adorable, se encontraba una mecánica horriblemente tediosa. «Esto aburriría hasta a las ovejas», termino diciendo a voz en grito el ingenuo —aunque apuesto— Andresito. Y por ese motivo se propuso hacer una muy gráfica demostración de lo que es el juego.


Dadle al play. Saltad directamente al segundo treinta y esperad justo hasta el minuto tres a que termine el combate. ¿Os ha resultado divertido lo que habéis visto? Bien, pues más vale que así sea porque tendrás que hacer ese mismo jodido combate alrededor de cincuenta veces. Entre medias, para darle algo más de variedad al asunto, tendréis que coger manzanas con la boca en el minijuego más insípido de la historia y encontrar a dieciocho niños que juegan al escondite. ¿El resultado? Un bizcocho precioso, de esos que te entra por los ojos y te da pena cortar el cuchillo, pero que sabe rancio. Jugar a Costume Quest es divertido la primera media hora, cuando piensas que el juego te va a ofrecer algo más. Pero no lo hace. Cuando la historia termina cinco horas después, te das cuenta de que has estado haciendo lo mismo una y otra vez (de hecho hay varias misiones que se repiten tres veces cada una) con una variación mínima y casi ridícula en la mecánica. Y eso es un poco triste.

Un tres!

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Este tío es un flipao