Retro Amor: Oh Mummy

Escrito por en Retro Amor - 19 octubre, 2011


Si nos paramos a contar los videojuegos en los que aparecen referencias al Antiguo Egipto nos saldrían centenares. Raro era el juego de plataformas de los 8 y 16 bits que no tuviera una fase en el desierto, con su correspondiente ración de serpientes, escorpiones y, sobre todo, momias. Las momias han sido uno de los monstruos clásicos más queridos y recurrentes en los videojuegos, aunque últimamente parece que lo que molan son los zombies. Sin embargo, si aun les guardo cariño a las momias es por Oh Mummy.

Creo que el primer ordenador que ví y al que jugué fue al Amstrad de un vecino. Lo tenía montado en el garaje, con su pantalla verde y su cargador de cassettes, y a mi ya me parecía la hostia. Estoy hablando del año 86, cuando la MicroManía aún era una revista de formato normal y una consola era el mueble donde tu abuela guardaba el costurero. Mi vecino (más bien su hermano mayor) tenía un montón de cassettes con juegos, entre ellos los procedentes de un extraño pack inicial que le entraba con el ordenador. Había de casi todos los géneros: avioncitos, matamarcianos, saltos, karate… Pero el único del que recuerdo el nombre es Oh Mummy.


Vivan los cassettes!!

Podríamos englobar a Oh Mummy en el desaparecido género de Arcade Classico. Me refiero a juegos como Pac Man, Bomb Jack, Mikie o Donkey Kong, donde las pantallas eran Pantallas y no existía algo como el scroll. En este caso, tomábamos el papel de un intrépido arqueólogo, explorando el laberinto de las pirámides.

Y de laberinto tenía poco. Todas las pantallas eran iguales: una red de pasillos que dejaba unos rectángulos entre ellos. Cada uno de los rectángulos representaba una sala por explorar y ¿cómo lo hacíamos? Rodeándola con el rastro de huellas que dejábamos al caminar. Las salas podían estar vacías o contener un sarcófago, un tesoro, una llave, un pergamino o, ¡horror! Una momia. Para pasar a la siguiente pantalla debíamos encontrar la llave y el sarcófago, los tesoros nos daban puntos y el pergamino nos permitía matar a una momia.


Con estas cosas nos entreteníamos hace 25 años, chavales…

Como podéis suponer, las momias eran quienes nos ponían las cosas difíciles. Como muertos vivientes que son, no pararán de perseguirnos, incluso cuando pasábamos de pantalla, la guardia personal del Faraón no desaparecía y se iban acumulando a medida que avanzábamos en el juego, acabando con un auténtico rebaño de momias rastreando nuestros pasos.

Simplicidad efectiva: Oh Mummy permanece en el recuerdo de la mayoría de personas que jugaron con un Amstrad debido a su terrible adicción y por ello merecería entrar de lleno en el Programa Nacional sobre Drogas. De esos juegos que no cansan, que puedes jugarlos durante años y sigue igual de entretenido que el primer día. Pero el recuerdo de Oh Mummy no se queda en su jugabilidad… También estaba su música…

Esto sonaba TODO EL RATO y, curiosamente (y al contrario de lo que me pasaba con Jet Set Willy) no molestaba en absoluto y al final nos rendíamos como hipnotizados al son de “Las Calles de El Cairo” (que así se llama la cancioncilla de marras). La canción tomó sitio en mi subsconciente y cada vez que me veo amenazado por momias (me pasa más veces de lo que debería) no puedo evitar tararearla.


Con la pantalla inicial tampoco se rompieron un huevo

Por eso desde aquí reivindico la vuelta de las momias, las pirámides y los Faraones a los videojuegos, que solo los Castlevania nos hacen algo de caso. O por lo menos, que metan DLC que ponga vendas en los juegos de zombies…

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