Descansa en paz, dulce príncipe

Escrito por en Artículos - 29 noviembre, 2012


Supongo espero y deseo no escandalizar a nadie si digo que a estas alturas de la película, la blanquita pizpireta de Nintendo lleva muerta y enterrada una buena temporada. No lo digo ni como algo negativo ni con la —por otra parte sana— intención de hacer daño a esos zelotes nintederos capaces de morder y arañar por la marca de sus amores, sino como un hecho orgánico y natural del que supongo todos o casi todos nos hemos dado cuenta. Sí, ya sé que The Legend of Zelda: Skyward Sword o Xenoblade: Chronicles salieron hace relativamente poco y que todavía queda algún lanzamiento por ahí perdido en una recámara llena de «Wii Parties» y «Just Dances», pero bueno, la Duquesa de Alba también se casó hace no demasiado, ¿sabéis?

El objetivo de este texto pues no es hacer sangre sobre una realidad palpable, sino dedicarle un brindis final a una consola que al margen de cambiar (o no) la industria, la percepción de este peculiar sub-mundo por parte de los videojugadores no habituales y veté tú a saber qué más, nos ha cambiado a todos un poquito. Porque sí, ahora está cogiendo polvo con el resto de muebles del salón, encerrada sin ver la luz del día dentro de un armario o siendo utilizada como un simple emulador de Game Cube, como es mi caso, pero hace algo menos de un lustro nos estaba reventando la cabeza a todos con propuestas jugables nunca vistas hasta el momento y un catálogo de exclusividades digno. Digno de qué, se estará preguntando el lector avezado. Digno de nada, solo digno, que ya es más de lo que muchas otras compañías podrían decir sin que a todos nos entrase la risa floja.

Hoy muchos piensan en Nintendo Wii y solo les viene a la cabeza un montón de Marios en todas las dimensiones, galaxias y géneros posibles; un Link bastante afeminado cuya principal baza es agitar la mano muy fuerte para pegar espadazos, y poco más. Son posiblemente los mismos que en su día se llevaron las manos a la cabeza al saber que Nintendo Revolution pasaría a llamarse «Wii» a secas (mira que nos pareció feísimo el nombre por aquel entonces). Son, paradojicamente, aquellos que la han elevado al Olimpo de las consolas, donde ya descansa cómodamente sabiendo que ha hecho bien su trabajo y mirando al futuro con el optimismo que le ha dado el pasado. Y hombre, pese a ello no es justo. No es justo para una consola que ha acogido en los últimos años algunos de los títulos más originales y divertidos de una generación plagada de coberturas, gráficos marrones y soldados musculosos y sudados. Estoy hablando, claro, de los Muramasa, No More Heroes, Zack & Wiki, Little King’s Story, Boom Blox, Trauma Centers o Madworld, títulos que pasaron desapercibidos para muchos y desaparecerán pronto de la memoria de otros tantos. Títulos que se merecen un último adiós.

Y ojo, no me malinterpreten que esto no es un «siempre saludaba, era muy simpático y todos los queríamos mucho», pese a que en realidad escupiese a la entrada del portal y oliese un poco mal, no. Yo mismo dije en su día que algunas de estas exclusivas de Wii tan celebradas como el mencionado Zack & Wiki o el descargable LostWinds (ahora también disponible en iOS) me parecían auténticos coñazos dignos de estudio. Pero eso no resta ni una pizca de mérito a unos juegos, especialmente el de Capcom, cuyo principal error fue salir a la venta en la plataforma equivocada. Y es que muchas compañías tardaron en darse cuenta de que para vender (y ganar dinero) en la blanca de Nintendo, el secreto no era ni tener un gran nombre detrás ni unos gráficos de dibujos animados deliciosos, sino simplemente ser Nintendo. Miento, ser Nintendo o Just Dance, pero ese es otro tema. Y demasiado escabroso como para tratarlo en esta entrada.

Así que si me lo permitís, ahora que Wii U ya está aquí y probablemente muchos de vosotros hayáis renovado vuestra blanquita de Nintendo, quiero decir que pese a todo, pese a ese final tan indigno que ha tenido, Wii ha sido una buena consola. Desde luego no ha sido la plataforma que más y mejores horas de diversión me ha regalado durante los últimos años, un mérito que recae inevitablemente en mi PC, pero sí ha sabido entretenerme cuando tenía que hacerlo. Por todo ello, gracias, Wii.

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