Me hago viejo. Existe, pues, otra posibilidad: que me haya vuelto viejo y gilipollas.

Minoría de edad videojueguil

Escrito por en Artículos - 25 noviembre, 2013

El catálogo de Gog.com me habla, me pregunta sobre salir de la minoría de edad videojueguil de nuestra generación histórica. De la misma manera lo hacen títulos como Faster Than Light, Fez, Papers Please o Hotline Miami entre otros Andrés me pasa esto y doy un gritito—. Por otro lado me suplican que me convierta en adulto, que supere la línea y me olvide de lo que representaban y lo que almacenaban los disquetes de los años 90, que abrace el fotorrealismo y las nuevas formas de narración, que todo va a salir bien, que todo es cuestión de tiempo. Sin embargo no me prometieron la felicidad permanente.

Se dirá —con razón— que muchos nos volvemos locos e insoportables cuando descubrimos juegos y proyectos con la estética y la jugabilidad de los años dorados. En efecto, esos juegos de disquete que destripábamos durante horas tenían algo. El contrabando de disquetes entre los amigos del barrio también. La velocidad que cogía la pantalla de MS-DOS cuando tecleábamos un «.exe» , la selección de color y de audio, incluso el maldito sonido de la CPU me decían: hola, quédate. Y esos sentimientos fueron reales, no es un arrebato de nostalgia irracional actual. Existe sin lugar a dudas un rasgo diferencial:  esos juegos tenían alma.

Aquí nadie engaña a nadie. La razón es una calculadora de placer, de dolor y de pasiones, busca lo que necesitamos, y desear y sentir son lo mismo.

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[¡Niños! ¡A comer! Dejad ya el ordenador.]

— ¡Pero Mamá!, Rubén lleva todo el día con él y yo sólo he jugado un rato.

— Sí, pero yo me paso las fases muy lento y tú no, déjame, además estoy malo.

— A ver, el Jackrabbit  es muy fácil, además tiene trucos. Los trucos se hicieron para los niños pequeños como tú, cabezón. Además, ¿por qué juegas sin sonido? Es lo mejor de ese juego.

— ¡Ay! Pero yo cuando nací tu ya jugabas, tienes práctica,  ¡y no se poner los altavoces!, voy a llamar a Mamá. ¿Dónde guardas los disquetes?

— Los vas a romper, además no sabes instalar los juegos, tienes que meter el «arj» y el «pkunzip» ese y no sabes. Además hay algunos en CD y Papá nos mata si metemos mal el disco.

— ¡Déjamelo escrito! ¡Mamá! O déjalos instalados ya.

— ¿Cuáles? No van a caber todos además yo me estoy pasando algunos.

— Esos que juegas tú no me gustan, el de los vikingos no lo entiendo, ni el de la jungla. ¡El de la nave con forma de zanahoria sí!

[Abro el cajón, decenas de disquetes, todos con una pegatina y con el título del juego a rotulador. Algunos tienen una calavera pintada]

— A ver tío, hay que instalar los que nos vayamos a pasar los dos. Mira, el «Titus»  ocupa poco. El Indiana Jones es muy complicado para ti que te tiras dos horas de pantalla. Creo que lo mejor es que juegues con los CD´s y disquetes que vienen en las revistas esas, que son a los que juega Papá, el del ajedrez y el del triángulo.

— ¿Pero ahí cuales vienen? ¿El del niño del casco amarillo? ¿El de los coches que se tiran pedos? Jaja. 

— Espérate pesao. El de los hombres con gabardina te da miedo, tengo otro por aquí que sólo sabe jugar el vecino que está en octavo de nuestro cole, pero es que ese me da miedo incluso a mí. Mira este nos gusta mucho, vamos a pasárnoslo otra vez.

— Vale, pero pon el de los cañones y los gatos , y el de la nave que bota con la música molona. Me da mucha rabia que mi compañero de clase pueda jugar con su hermano a Aladdin y nosotros no, por culpa del ordenador. ¡Él puede jugar con el mono!

— Mamá nos va a matar, mira te pongo los que has dicho y ya está, o si no, te pones a pintar con el Paintbrush.

Si en este punto es necesario, no apresurarse,  descubrir y afirmar que hasta los juegos más desconocidos tenían alma. Que muchos no han envejecido. Que los intentos de imitar aquella época, conservan, como residuo, el ambiente que MS-DOS ofrecía. Con todo, la esencia del disfrute no se intenta perder. Lo gozo con Dishonored, lo gocé con Bayonetta. Veo como personas que nacieron en vísperas de la locura del efecto 2000 o posteriormente disfrutan con juegos actuales pero también con los antiguos.

Aunque pueda parecer cosa de poca importancia, llego y leo esto de Galious:

Como parece que todo tiempo pasado fue mejor, existe cierto movimiento nostálgico hacia esos juegos en cassette. Pero al ver como se venden prácticamente al peso, salvo las excepciones más notables, me hace pensar que el valor tiene más que ver en recuperar una parte de nuestra infancia o juventud más que el valor jugable que puedan tener. Y es que cuando veo esas indiegencias que retroceden unas cuantas décadas pienso que no son para mi, que ya tuve mi dosis de juegos con pixelacos gordos y combinaciones de colores sacadas de directamente de las pesadillas de Agatha Ruiz de la Prada.
Con ese relevo tecnológico todavía en mi memoria y viendo el montón de juegos que tengo pendientes para las consolas que acaban de quedar obligatoriamente obsoletas, me parece que voy a esperar un añito o así a gastarme los dineros en una consola nueva, y más aún viendo el diminuto escalón que se aprecia en los títulos iniciales de las nuevas consolas de Microsoft y Sony comparado con las versiones de sus precedesoras… Pero eso quizás será porque me estoy volviendo viejo…

Señor Galious, te voy a hacer la del Altered Beast, pero a la inversa. ¿Y si la esencia del  sentimiento querido/deseado por el jugador se originaron en esos primeros pasos que se dieron? ¿Esas formas de narrar y de mostrar aunque sea con pixeles, —que son, la forma más básica de representación mental— lo que de verdad nos gusta? Un nostálgico de un  tiempo anterior, no puede trasladarse con la imaginación a ese tiempo,  pero sí puede transformar lo que ve en el presente mediante el procedimiento que consiste en corregir la idea que tenemos de nuestro propio pasado, de aquello de donde venimos y en donde nuestra acción se sustenta para entender el sentimiento/deseo.

No nos hacemos viejos, los que hacen indiegencias saben de qué va la cosa. Alejandro Retro vino a mi casa, me puso esto y solté un gritito:

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DataJack

Análisis: Hammerwatch