Por la manera en que se a menudo se asocian con el hardware que los sustentan, por la importancia que se da a las resoluciones, a los FPS o a las posibilidades online o por muchas otras razones; los videojuegos son vistos muchas veces como productos con fecha de caducidad.
La relación entre videojuego y avance tecnológico, para bien o para mal, es indiscutible. Como efecto positivo de este matrimonio, habría que destacar el gusto por la innovación y la perfección formal. El progreso en los modos de representación digitales no sólo sirve para salpicar con sangre cada vez más realista los monitores de los adolescentes de todo el mundo. También es el responsable de la fusión entre animación y videojuego vista en Ni no kuni o del sistema de partículas que hace que deslizarse por las dunas de Journey sea una experiencia deliciosa. El perfeccionamiento tecnológico no sólo conduce a representaciones ultraperfeccionistas y vacías. Bien usado, puede generar nuevas relaciones entre los jugadores y los elementos que componen el juego. Valve lo sabía bien y en Half Life 2 dio tanta o más importancia a las físicas de su recién estrenado motor Source que a la narrativa in game que ha hecho célebre a la saga.
Sin embargo, entender los juegos únicamente como productos tecnológicos es un gran lastre para el medio. Trae a los videojuegos un concepto impensable para otras artes: la obsolescencia. Mientras los creadores de cualquier otro tipo se afanan por construir algo digno de la posteridad, los videojuegos son concebidos como productos con una duración limitada, mejorables, actualizables y, posiblemente, superables por una secuela.
Los motivos para que esto suceda son tremendamente heterogéneos y sólo combinando estudios tecnológicos, sociológicos y económicos se podría dar una explicación válida. Pero, con la idea de que pequeñas aportaciones pueden ayudar a crear una imagen de conjunto, me gustaría reflexionar sobre el papel que la prensa especializada juega en este fenómeno.
El sistema de análisis de los nuevos lanzamientos, aunque presente en todos los medios, tiene en los videojuegos una importancia capital. Cientos de análisis pueblan los sitios web más consultados unos días antes del lanzamiento de un nuevo título (en la fecha elegida por la propia distribuidora). La mayoría traerán consigo asociada una nota que se comparará con otras y generará en poco tiempo en Metacritic una media que será inamovible por toda la eternidad. Años de trabajo quedarán resumidos en el color del cuadradito que recubra una cifra. Tampoco es tan grave, pensarán algunos, en unos meses, ni siquiera un año, ese juego habrá caducado y no tendrá valor, a no ser que una remasterización en HD lo devuelva al reino de los vivos (aunque éstas suelen venir con su propio análisis y su consecuente puntuación en Metacritic).
Es cierto que vivimos en la época de la glorificación de lo retro y que no hay nada más a la moda que defender la calidad de un título antiguo. Pero muchos videojuegos, en el limbo poblado por los que abandonaron la actualidad pero que están muy lejos de ser vintage, sufren la mayor de las desatenciones.
El auge de los blogs semiprofesionales, o directamente amateurs, ha permitido el florecimiento de análisis de juegos que cuentan con varios meses de edad. La razón para esto es, en la mayoría de los casos, bien mundana. O el redactor, con otras obligaciones, no ha tenido tiempo para hacerlo hasta ese momento o, incluso, al no disponer siempre de copia de prensa, no ha podido escribir su artículo hasta que el juego tuviera un precio razonable para adquirirlo.
Algo en apariencia tan insignificante, y de naturaleza tan circunstancial, me parece un hecho muy refrescante para el mundo de la crítica del videojuego. Posponer la reflexión sobre una obra, alejarla de la dramática fecha del lanzamiento, da a los textos una pausa y una tranquilidad de la que carecían. Pierden su cariz circunstancial y se transforman en sinceras observaciones sobre las cualidades del título.
Pero más relevante aún es la transformación que operan en el propio juego. Ya no parece un simple gadget que consumir recién salido de fábrica. Pasa a ser el producto creativo y cultural que siempre debería haber sido. Esta manera de analizar penaliza a las obras efectistas sin mayor profundidad (con frecuencia, capítulos de sagas) y eleva a los Mirror’s Edge, Alpha Protocol y demás títulos que parecieron salir a la venta en un mal momento o respaldados por una inadecuada o insuficiente campaña de promoción.
Sitios web con un gran número de visitas parecen haberse impregnado de este espíritu. Kotaku ya se ha posicionado varias veces en contra y Joystiq ha comunicado recientemente, a través de un texto que merece mucho la pena leer, que abandona el sistema de notas.
Este nuevo espacio de debate, unido a las dinámicas que provoca el mercado digital (casi omnipresente en PC y cada vez más frecuente en videoconsolas) con sus sistemas de ofertas, están configurando una nueva manera de entender los videojuegos. Desligados de su circunstancia tecnológica, son capaces de crear nuevos significados y de, poco a poco, ir construyendo una nueva relación entre crítica e industria para un medio que abandona lentamente su adolescencia y se adentra en su madurez.
Los poseedores de hardware anticuado, que siempre disfrutamos con juegos de hace algunos años, aplaudimos fervientemente este artículo.
[i]¡Plas, plas, plas! ¡GUAPO! ¡Queremos un hijo tuyo![/i]
Tonterías aparte, estoy completamente de acuerdo. Estoy cansado ya de notazas para sagas multimillonarias en las que lo único que cambia de entrega en entrega son correcciones menores del motor gráfico y texturas a mayor resolución y notas pésimas a juegos maravillosos con gráficos mediocres (P.Ej.: todos sabemos que aquel «público minoritario» del primer Amnesia no era más que una excusa).
Ahora mismo estoy disfrutando como un enano del Beyond Good & Evil (PC) y tengo el Fez en la recámara, entre otros. Y que me linchen, pero siempre me han gustado más los Prince of Persia (saga PS2) que los God of War, aunque tengan peores gráficos. El Mirror’s Edge ni lo menciono: ya habéis puesto una acertadísima imagen.
También estoy trasteando con el DosBox, pero eso es más nostalgia que otra cosa; no creo que sea el tema del que estamos hablando.
Celebro que cada vez más medios cuestionen las notas númericas y propongan sistemas alternativos para dar un resumen de un análisis.
Eso sí, que nadie espere que desaparezcan de la faz de la tierra. No ha pasado con las críticas a películas y discos de música, y llevan mucho más tiempo.
PD: ¿No hay premios ilustres este año? :(
Sistema de notas a lo Conan O’Brian en su Clueless Gamer y el mundo sera un mejor lugar donde vivir… XD
Pero esto es lo mismo en todos los ámbitos. Las películas tienen una critica nada más salir y la mayoría de ellas quedan como un bien de consumo pasajero. La música recibe criticas en cuanto sale y aunque cuando un disco queda, suele quedar como emblemático, la mayoría de la música es de usar y tirar y para rellenar el hueco de un disco que tiene un par de canciones que serán recordadas. Y también pasa con las series o los comics. En la literatura pasa en cierta medida, pero no tanto y es más complicado, desde luego.
La mayoría de obras tienen un contexto cultural propio del momento en que han salido, y pueden envejecer muy rápidamente, solo el que se le de una mayor transcendencia como algo artístico hará que perduré más allá del consumo inmediato.
Como nota al márgen, Metacritic murió de éxito y la nota de películas o videojuegos está completamente supeditada al grado de aceptación del título, saga, desarrolladora o incluso plataforma más allá de la propia calidad del producto, ya que habrá una horda de jugadores jóvenes (esos que se autodenominan *escupe* gamers) que votarán 10 o 1 según ese más que subjetivo criterio. Hace tiempo que, para mi, ha dejado de ser una web de referencia para informarse sobre un videojuego (o película).
Hay que hacer una Oda al comentario tardío, a esos que recibe de vez en cuando el Pixel Ilustre en su articulo 10 razones para odias Final Fantasy VII
Y los gotys ilustres?
Es una observación muy buena.
Muchas veces es simplemente imposible hacer un análisis en condiciones con el juego recién salido. Un videojuego no es una película, puede durar 10 o 1000 horas.
Cuantas horas de juego necesitas para apreciar las ramificaciones de las quest de juegos como New Vegas o Alpha Protocol? Quizás incluso necesites pasarte el juego varias veces.
El 99% de analistas «profesionales» no van a hacerlo, no pueden, pero es que tampoco es su trabajo. A veces leo análisis y, con perspectiva, muchas veces pienso que ni siquiera han jugado a lo que analizan. Han rascado la superficie y han escrito un par de ideas vagas. Pero es que claro, el periodismo videojueguil no es periodismo, es publicidad, como iban a hacer otra cosa? Si hablamos de crítica no sólo es que tengas que haber jugado bien a lo que analizas, es que tienes que conocerte los precedentes, la desarrolladora, quienes han hecho el juego. Un crítico de cine no se pone a analizar una película si no tiene idea de quien es el director y que ha hecho hasta entonces o sin conocer el género al que pertenece.